Dicen que hemos adelantado, pero a uno le da la sensación que ocurre lo contrario. Es verdad que adelantamos la hora y que a las dos pusimos las tres, pero a las siete de la mañana sigue siendo tan oscuro como antes las seis. Bueno, no tanto, pero menos de lo que podría ser. Así pues, atrasamos nuestras vidas, ralentizamos una hora nuestro devenir. Pero es una sensación errónea. A las siete de la tarde, aún será temprano. ¿Qué ha ocurrido? ¿Nos han alargado la vida? ¿Nos van avalando una hora, para resetearla más adelante?
Es abril, la primavera ya es nuestra. Nos referimos a la primavera, como un periodo en que el mundo vuelve a arrancar movimientos. Coincidirá este año en que la Pascua de Resurrección también dará su llamada a la nueva Luz. Luz, nacimiento de una esperanza, arranque y demás. Pero claro, aquí ya nos metemos en creencias y especulaciones. Y tampoco es tiempo de especulaciones.
Es época de resurgimiento. Época de preparar viajes, época de preparar la “caseta” para empezar a ir los fines de semana, como un preludio al verano que se avecina. Al verano que está a la vuelta de la esquina, de la manzana, del…
Los largos atardeceres, la bonanza del tiempo, incluso el matutino despertar, serán señales de que la vida despierta, de que las flores se engalanan de los árboles y éstos se preparan para dar sus frutos. Es tiempo del aviso de que todo está en la línea de salida.
Y nosotros, como caracoles tras las húmedas mañanas, empezamos nuestro caminar. No queremos desperdiciar tiempo alguno. De cada vez más, nos damos cuenta de que el tiempo es oro o platino. Vamos con prisas como no habíamos ido años antes. No queremos dejar ocasión sin disfrutarla.
Y a eso le llamamos vida. Vivir es simplemente disfrutar de las horas, de los minutos, de cada uno de los segundos. Y la vida necesita felicidad. Y la felicidad no es ninguna quimera. Es fácil si sabemos autofinanciarnos de ella.
La felicidad la podemos encontrar en cada rincón, en cada gesto ajeno, en cada instante nuestro o de los demás. Sólo hace falta captarla, identificarla, asumirla. La felicidad la encontraremos tras cada resultado positivo obtenido tras un trabajo continuo. La felicidad la identificaremos tras cada cresta alcanzada a la salida de cada bache. Incluso podemos ser capaces de encontrárnosla en cada superación de los males humores de los demás. Porque la felicidad está allí, sólo falta darle entrada a nuestra vida.
Es primavera. ¡Ya es primavera! Volvemos a poner nuestro motor en revoluciones, nuestras mentes empiezan a hacer cábalas, los antihistamínicos invaden las farmacias en busca de víctimas de todo un tratado en alergología y este cóctel también puede ser explosivo. Son épocas en que las necesidades se acrecientan. La comunicativas, claro.
Y de comunicación, de relacionaros con otros iguales, no vais necesitados. Sois ejemplo de ello. Pero a veces, la vida nos juega malas pasadas. Y si en el otoño con el ejemplo de la hojarasca, también nuestras ramas se despueblan y quedan desnudas a la intemperie de una incipiente oscuridad, ahora, cuando el día nace, cuando la noche se esfuma, cuando el astro Sol aparece con ansias de estar presente en nuestro cotidiano quehacer, acompañándonos en nuestros recorridos mentales, es el momento de pasar factura al pasado, romper debes y haberes, romper moldes y prepararnos para una nueva prórroga.
He empezado el escrito con el adelanto, o la sustracción, vaya uno a saber. El préstamo más bien, ahora que todo el mundo se retrae. Pero ¿qué pasaría si no hiciéramos caso de las imposiciones? ¿Qué pasaría si no hubiéramos adelantado el reloj?
Seguiríamos levantándonos a la misma hora, con la misma luz, y poco a poco –o rápido más bien-, iríamos adentrándonos en aquella prórroga diaria. Ahora, nos obligan a unos cambios en nuestros hábitos que más que ayudarnos, nos trastornan. Y nos mueve, nos devuelve las alas y nos rejuvenece. Y no es la hora de más, o la de menos, no. Es la primavera. Es la primavera que ya está aquí.
El otoño, dirán por el sur.
Siempre hay una salida digna, una válvula de escape. Es bueno que así sea. Sólo falta adaptarse al lugar. Y adaptándose, será feliz.
Es abril, la primavera ya es nuestra. Nos referimos a la primavera, como un periodo en que el mundo vuelve a arrancar movimientos. Coincidirá este año en que la Pascua de Resurrección también dará su llamada a la nueva Luz. Luz, nacimiento de una esperanza, arranque y demás. Pero claro, aquí ya nos metemos en creencias y especulaciones. Y tampoco es tiempo de especulaciones.
Es época de resurgimiento. Época de preparar viajes, época de preparar la “caseta” para empezar a ir los fines de semana, como un preludio al verano que se avecina. Al verano que está a la vuelta de la esquina, de la manzana, del…
Los largos atardeceres, la bonanza del tiempo, incluso el matutino despertar, serán señales de que la vida despierta, de que las flores se engalanan de los árboles y éstos se preparan para dar sus frutos. Es tiempo del aviso de que todo está en la línea de salida.
Y nosotros, como caracoles tras las húmedas mañanas, empezamos nuestro caminar. No queremos desperdiciar tiempo alguno. De cada vez más, nos damos cuenta de que el tiempo es oro o platino. Vamos con prisas como no habíamos ido años antes. No queremos dejar ocasión sin disfrutarla.
Y a eso le llamamos vida. Vivir es simplemente disfrutar de las horas, de los minutos, de cada uno de los segundos. Y la vida necesita felicidad. Y la felicidad no es ninguna quimera. Es fácil si sabemos autofinanciarnos de ella.
La felicidad la podemos encontrar en cada rincón, en cada gesto ajeno, en cada instante nuestro o de los demás. Sólo hace falta captarla, identificarla, asumirla. La felicidad la encontraremos tras cada resultado positivo obtenido tras un trabajo continuo. La felicidad la identificaremos tras cada cresta alcanzada a la salida de cada bache. Incluso podemos ser capaces de encontrárnosla en cada superación de los males humores de los demás. Porque la felicidad está allí, sólo falta darle entrada a nuestra vida.
Es primavera. ¡Ya es primavera! Volvemos a poner nuestro motor en revoluciones, nuestras mentes empiezan a hacer cábalas, los antihistamínicos invaden las farmacias en busca de víctimas de todo un tratado en alergología y este cóctel también puede ser explosivo. Son épocas en que las necesidades se acrecientan. La comunicativas, claro.
Y de comunicación, de relacionaros con otros iguales, no vais necesitados. Sois ejemplo de ello. Pero a veces, la vida nos juega malas pasadas. Y si en el otoño con el ejemplo de la hojarasca, también nuestras ramas se despueblan y quedan desnudas a la intemperie de una incipiente oscuridad, ahora, cuando el día nace, cuando la noche se esfuma, cuando el astro Sol aparece con ansias de estar presente en nuestro cotidiano quehacer, acompañándonos en nuestros recorridos mentales, es el momento de pasar factura al pasado, romper debes y haberes, romper moldes y prepararnos para una nueva prórroga.
He empezado el escrito con el adelanto, o la sustracción, vaya uno a saber. El préstamo más bien, ahora que todo el mundo se retrae. Pero ¿qué pasaría si no hiciéramos caso de las imposiciones? ¿Qué pasaría si no hubiéramos adelantado el reloj?
Seguiríamos levantándonos a la misma hora, con la misma luz, y poco a poco –o rápido más bien-, iríamos adentrándonos en aquella prórroga diaria. Ahora, nos obligan a unos cambios en nuestros hábitos que más que ayudarnos, nos trastornan. Y nos mueve, nos devuelve las alas y nos rejuvenece. Y no es la hora de más, o la de menos, no. Es la primavera. Es la primavera que ya está aquí.
El otoño, dirán por el sur.
Siempre hay una salida digna, una válvula de escape. Es bueno que así sea. Sólo falta adaptarse al lugar. Y adaptándose, será feliz.
PUBLICADO en el número del mes de ABRIL de 2010, en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONES MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca