El fallo estaba a punto de hacerse público. Así al menos corría la voz hace meses, años también. Esta vez parecía cierto, al menos así lo anunciaban fuentes cercanas a los medios judiciales. Corría en los mentideros interesados de que alguno de los magistrados estaría a punto de ceder ante las presiones mudas de todo el entramado exterior. Aún no se había delatado el sentido del voto conquistado. Además, no dejaba de ser pura especulación.
Y la deliberación se creía secreta. O al menos con sigilo profesional. Pero últimamente ello parece desconocido en dichos círculos. Como muestra, un botón. Y no muy lejano. De prohibir los teléfonos móviles a los abogados, se pasó a poder visionar las declaraciones de Matas durante su interrogatorio ante el juez instructor. Igual ocurrió con el auto del mismo. La publicidad ante todo. El morbo, dirán otros. El estrellato, los más osados.
Y la fianza. ¿Acaso pagando, no puede uno influenciar ante otros testimonios, evadir la comparecencia e incluso manipular pruebas? ¿Acaso no es ésta la razón para fijar tanta fianza?. ¿Desaparece el riesgo de fuga pagando? ¿Desaparece el riesgo de destrucción u ocultación de fuentes de prueba relevantes para la investigación?
La resolución, sea cual sea, cojeará. O al menos, no será completa, por mucho que venga de un órgano judicial. Es como si en un juicio penal, se condenara a un siempre presunto delincuente en un cincuenta y uno por ciento. Y se le absuelva en el cuarenta y tantos restante. O al revés.
Pero la noticia del confidente venía ornamentada. La culpa esta vez pudiera no ser del político que aprobó el Estatut, sino de quien no retocó la Constitución. ¿Por qué no hacer una Constitución acorde con el Estatut?. Porque la Constitución, que fue modelo en su momento –y única que hacía posible el consenso de aquellos tiempos- ha quedado anticuado. Y mucho, si tenemos en cuenta todo el espectáculo habido y por haber en el seno del Tribunal Constitucional. Al menos allí se planteaba la reforma. Y en muchos otros sitios también.
La ambigüedad de finales de los setenta, necesitaba ahora ponerse los puntos sobre las íes. Y no bastará, no. Al menos podremos jugar con unas reglas de juego prediseñadas, sin necesidad de buscar la interpretación del jurista o político de turno. Ni de su superior jerárquico. Ni de la fianza ni confianza.
Y no tan sólo el Tribunal Constitucional necesitará ser retocado. La justicia en pleno. Y al hablar del término “justicia” me refiero a todo el entramado que ella la componen: jueces, abogados, fiscales y el procedimiento mismo. Hay que cambiar el chip actual de que si el fiscal no acusa, no hay causa. Hay que cambiar el chip de que un juez pueda dictar una resolución totalmente distinta a otro. Hay que cambiar el chip de tanto aforado. Hay que cambiar…., renovar, revolucionar como dirían los progresistas de antaño. ¿Dónde está el espíritu de cambio tan esgrimido en otros tiempos?
Y de la independencia también hay que hablar. A la de la justicia y sus órganos me refiero. ¿Cómo puede ser que hablemos de la independencia judicial si son elegidos por los políticos? ¿Cómo puede ser que hablemos de la independencia judicial si se encasillan en corrientes, si los encasillamos en idearios conservadores o progresistas?
¿Acaso un ladrón, un conductor borracho o un asesino, serán juzgados de forma distinta si lo juzga un juez encasillado como conservador o como progresista? ¿Por qué la interpretación del Estatut sí tiene que ser vista de forma diferente?
¿Lo que hoy es justo, con la misma ley, puede ser injusto mañana?
Estamos a punto de tocar fondo, en cuanto al judicial me refiero. En el otro, hace tiempo que ya vamos perforando.
Y la deliberación se creía secreta. O al menos con sigilo profesional. Pero últimamente ello parece desconocido en dichos círculos. Como muestra, un botón. Y no muy lejano. De prohibir los teléfonos móviles a los abogados, se pasó a poder visionar las declaraciones de Matas durante su interrogatorio ante el juez instructor. Igual ocurrió con el auto del mismo. La publicidad ante todo. El morbo, dirán otros. El estrellato, los más osados.
Y la fianza. ¿Acaso pagando, no puede uno influenciar ante otros testimonios, evadir la comparecencia e incluso manipular pruebas? ¿Acaso no es ésta la razón para fijar tanta fianza?. ¿Desaparece el riesgo de fuga pagando? ¿Desaparece el riesgo de destrucción u ocultación de fuentes de prueba relevantes para la investigación?
La resolución, sea cual sea, cojeará. O al menos, no será completa, por mucho que venga de un órgano judicial. Es como si en un juicio penal, se condenara a un siempre presunto delincuente en un cincuenta y uno por ciento. Y se le absuelva en el cuarenta y tantos restante. O al revés.
Pero la noticia del confidente venía ornamentada. La culpa esta vez pudiera no ser del político que aprobó el Estatut, sino de quien no retocó la Constitución. ¿Por qué no hacer una Constitución acorde con el Estatut?. Porque la Constitución, que fue modelo en su momento –y única que hacía posible el consenso de aquellos tiempos- ha quedado anticuado. Y mucho, si tenemos en cuenta todo el espectáculo habido y por haber en el seno del Tribunal Constitucional. Al menos allí se planteaba la reforma. Y en muchos otros sitios también.
La ambigüedad de finales de los setenta, necesitaba ahora ponerse los puntos sobre las íes. Y no bastará, no. Al menos podremos jugar con unas reglas de juego prediseñadas, sin necesidad de buscar la interpretación del jurista o político de turno. Ni de su superior jerárquico. Ni de la fianza ni confianza.
Y no tan sólo el Tribunal Constitucional necesitará ser retocado. La justicia en pleno. Y al hablar del término “justicia” me refiero a todo el entramado que ella la componen: jueces, abogados, fiscales y el procedimiento mismo. Hay que cambiar el chip actual de que si el fiscal no acusa, no hay causa. Hay que cambiar el chip de que un juez pueda dictar una resolución totalmente distinta a otro. Hay que cambiar el chip de tanto aforado. Hay que cambiar…., renovar, revolucionar como dirían los progresistas de antaño. ¿Dónde está el espíritu de cambio tan esgrimido en otros tiempos?
Y de la independencia también hay que hablar. A la de la justicia y sus órganos me refiero. ¿Cómo puede ser que hablemos de la independencia judicial si son elegidos por los políticos? ¿Cómo puede ser que hablemos de la independencia judicial si se encasillan en corrientes, si los encasillamos en idearios conservadores o progresistas?
¿Acaso un ladrón, un conductor borracho o un asesino, serán juzgados de forma distinta si lo juzga un juez encasillado como conservador o como progresista? ¿Por qué la interpretación del Estatut sí tiene que ser vista de forma diferente?
¿Lo que hoy es justo, con la misma ley, puede ser injusto mañana?
Estamos a punto de tocar fondo, en cuanto al judicial me refiero. En el otro, hace tiempo que ya vamos perforando.
PUBLICADO EL 26 ABRIL 2010 EN EL DIARIO MENORCA.