El término debió derivar de aquellos contratos a tiempo parcial que se inventó el gobierno socialista de Felipe González, aunque puede que también derivara de los actuales programas televisivos que últimamente proliferan tras un presentador/a -quienes dejan mucho que desear- y en el que una serie de atípicos personajes van haciendo carrera y no precisamente política –lo malo siempre puede empeorar- . Aunque la realidad, los diferencie y mucho. Mientras los primeros no cobran casi ni para pipas, a los segundos se les ha cuajado el entendimiento.
Pero dejemos el término aparcado y vayamos a la pura realidad. Ésta es sencilla y llanamente desastrosa. Interesa que el paro descienda, y mucho. Interesa que las estadísticas oficiales se hagan partícipes de tal descenso. Interesa que los gastos sociales disminuyan. Y preocupa que los ingresos no aumenten. Los ingredientes están listos. El caldo está a punto de ebullición. Pero algo falla. El cliente se espanta y la caja no cuadra.
Éste viene a ser el panorama con que nos encontramos día sí, día también. Y el barco, la caja, el sueldo, a la deriva. Hete aquí, que se presentan elecciones y hay que cuadrar caja, y contentar al votante. De momento, aquellas verduleras siguen con sus programas televisivos, y aquellas hippies del momento pasado, a los que nadie auguraba demasiado futuro, son ahora dignas de señorío. El rompecabezas empieza a recolocar piezas y aunque la figura salga distinta, el abstracto está a punto de enmarcarse.
El turismo llama a la puerta, o viceversa. Tanto da. Cinco millones de pesetas cuelgan dando la bienvenida, mientras muchos más han viajado al extranjero. Empiezan a inaugurarse buenos presagios y primeras pruebas embarcadas. Hasta aquí, el gasto. El ahorro está aún pendiente. De momento, habrá que trabajar día a día, tantas horas como sean necesarias, aunque eso sí, con la legalidad vigente.
¿Y cuál es la legalidad vigente? ¿La del empresario o la del trabajador? El empresario, cada vez más minoritario, hace demanda. El trabajador, cada vez más disponible, hace la oferta. Aparece la ley de la oferta y la demanda. Y ya se sabe. Cuanta más oferta, más ganancia para uno. Cuanta más demanda, más ganancia para otro. La estadística no miente. Los estadistas –y los estadísticos- sí. O al menos, no dicen la verdad. O no la dicen toda. Es lo mismo. O al revés. O al contrario.
Empezarán contratos a tiempo parcial, horas extraordinarias a precios irrisorios y sin contabilizar en nómina. El silencio será una tónica si se quiere mantener el precario empleo. Tres, cuatro o máximo cinco meses de trabajo, gracias a las nefastas políticas de estacionalidad turísticas. Contratos fijos discontinuos o de prácticas sin derecho a subsidio ni desempleo. Contratos, al fin y al cabo, basura. Sueldos basura. Leyes…..
Las elecciones de mayo ya están a las puertas, con la incógnita de un futuro, de un cambio o de una confirmación. Con el mes de mayo, aparecerá la obligada contribución al Estado y en verano serán estos mismos ayuntamientos quienes nos ahogarán con los impuestos y tasas bien regladas. Todos lo pintan de lo mejor. Mejor para ellos, claro. El trabajador ya no pensará en mayo, ni en agosto. El trabajador tendrá su vista puesta en septiembre y octubre, cuando ya todo esté hecho. Cuando ya no haya marcha atrás, cuando no pueda pagar el alquiler y gracias aún si puede pagar su trozo de pan, que ya ni alcanza a ser bocadillo.
Tanto da, la economía del empresario habrá hecho que las estadísticas auguren una cresta en el devenir patrio. El empleo precario del asalariado también aumentará la estadística y bajará el porcentaje temible del veinte por ciento. Es, será, una buena noticia para algunos. Para los que vociferan, los que se lamentan, los que esgrimen sus dientes ante un poder legalmente establecido.
Y eso, es otro algo que nos diferencian de otros países que se alegran por estrenar libertad y caminar hacia la democracia. Quienes vociferan –en aquellos países- son quienes pasan penurias económicas, quienes ni tienen pan ni tienen agua. Aquí, en esta España nuestra, quienes vociferan comen Cinco Jotas y beben del Señorío de Villarica.
Y además, el Estado les presta el megáfono.
Y el asalariado les paga las pilas.
PUBLICADO EL 28 MARZO 2011, EN EL DIARIO MENORCA.