Llega el carnaval y la cuaresma. Llegan el blanco y el negro, lo positivo y lo negativo. Lo contrario y lo opuesto. La verdad y la mentira. Pero ni lo uno es uno, ni lo otro es otro. No existen por separados, pero actualmente podemos vivir sin ellos, sin uno de ellos, sin el otro, también.
Y el disfraz nos ocultará de miradas, de pensamientos, de reproches y de envidias.
Primeramente serán fechas de estragos, de revolcones internos, de un romper cadenas de las que nosotros mismos nos hemos ido fabricando e imponiendo en cada etapa de la vida.
Serán también fechas paganas, religiosas, movibles y necesarias. Serán fechas que estarán por necesidades de otras, por imposición de ellas mismas, de sus carencias, de sus estragos….
Serán fechas dulcificadas, enmascaradas bajo cualquier pretexto, excusa, ideología o creencia, nominadas en el almanaque y celebradas por adultos y minúsculos, en la calle y en la escuela, en grupo y en compañía.
No son fiestas de a uno, ni individuales ni de autocomplacencia. Son fiestas de conjunto, de bulla, de extravagancia y sinvergüencería. Son sobre todo, fin y principio. Como suele serlo todo en esta vida. Dador de entrada a un nuevo acto o escena. También bajada de telón y cierre de espectáculo.
Y el disfraz es reversible, reutilizable, cual chaqueta y camisa usada diariamente por muchos supervivientes natos del estrés societal. Reversible por cuanto se adapta a las inclemencias contaminantes de las relaciones humanas, y reutilizable por cuanto no se altera el producto por el efecto desgaste. Una y otra vez las condiciones primarias reconocerán los mismos factores en el material que cubre nuestra corpulencia e identificará la similitud de los ataques externos a la misma.
Desde la infancia, con la superprotección de nuestros progenitores, desde la adolescencia con la atenta mirada vigilante de quienes debían seguir atentos a nuestros devaneos, desde la edad adulta por la siempre regulación de las formas y los fondos, y en la ancianidad por el que dirán de todo lo políticamente incorrecto, hemos ido fabricando tabúes, viviendo de consignas, y a su vez construyendo válvulas y escape donde, de tanto en tanto, difuminar aquel estrés contenido, aquella retención prisionera que parasita en cada uno de nosotros, en cada una de las sociedades, en cada uno de los estamentos.
Creemos, necesitamos creer, que el asueto de unos días, renovará sangre, espíritu y ciclará hasta el próximo disfraz. Por el camino encontrará paradas, zonas de descanso y carriles de aceleración y desaceleración. Por el camino recontarán una y otra experiencia vivida, punto de inflexión y cuantas aspiraciones se programen para un futuro próximo.
Y la vestimenta se irá cambiando según los vaivenes del momento. Un día alegre, otro pensativo, otro más triste y el siguiente dubitativo. El ciclo, sin adaptación a patrones o al mismo tiempo imponiéndose a rutinas preconcebidas por el desconocer mismo del engranaje de la maquinaria corporal, irá tomando forma y se irá anclando en situaciones, relaciones, experiencias…
Llegarán días de bullicio, fiestas, disfraces, y te verás anclado entre el cambio y la retórica. Entre la necesidad de desenfreno y el cotidiano mantenimiento de poses, normas y formas. Tendrás un disfraz y vestimenta para unos. Tendrás vestimenta y disfraz para otros. Llegarás incluso a desconocer qué capa, que lado reversible portas en cada momento, ante cada situación.
Y serás camaleón o lagarto, mariposa o gusano, pero al final, sin tu ni siquiera saberlo, creerlo o quererlo, serás tu mismo, aunque eso si, seguirás siendo un desconocido para unos, para otros, para ti mismo.
Lucharás por dominar el entorno, pero al final te verás sucumbido ante él. Seguirás portando el disfraz. Seguirás llevando la coraza. No llegarás a distinguir la una del otro. Qué más da. Seguirás compitiendo con el prójimo. Desconocerás quien lleva el disfraz, si tu o el semejante, o ambos, o ninguno.
Al menos, será reversible, reutilizable. Y en tiempos de crisis, eso se agradece. Aunque todos, casi todos, lleven piel de cordero. De disfraz, claro.
Y el disfraz nos ocultará de miradas, de pensamientos, de reproches y de envidias.
Primeramente serán fechas de estragos, de revolcones internos, de un romper cadenas de las que nosotros mismos nos hemos ido fabricando e imponiendo en cada etapa de la vida.
Serán también fechas paganas, religiosas, movibles y necesarias. Serán fechas que estarán por necesidades de otras, por imposición de ellas mismas, de sus carencias, de sus estragos….
Serán fechas dulcificadas, enmascaradas bajo cualquier pretexto, excusa, ideología o creencia, nominadas en el almanaque y celebradas por adultos y minúsculos, en la calle y en la escuela, en grupo y en compañía.
No son fiestas de a uno, ni individuales ni de autocomplacencia. Son fiestas de conjunto, de bulla, de extravagancia y sinvergüencería. Son sobre todo, fin y principio. Como suele serlo todo en esta vida. Dador de entrada a un nuevo acto o escena. También bajada de telón y cierre de espectáculo.
Y el disfraz es reversible, reutilizable, cual chaqueta y camisa usada diariamente por muchos supervivientes natos del estrés societal. Reversible por cuanto se adapta a las inclemencias contaminantes de las relaciones humanas, y reutilizable por cuanto no se altera el producto por el efecto desgaste. Una y otra vez las condiciones primarias reconocerán los mismos factores en el material que cubre nuestra corpulencia e identificará la similitud de los ataques externos a la misma.
Desde la infancia, con la superprotección de nuestros progenitores, desde la adolescencia con la atenta mirada vigilante de quienes debían seguir atentos a nuestros devaneos, desde la edad adulta por la siempre regulación de las formas y los fondos, y en la ancianidad por el que dirán de todo lo políticamente incorrecto, hemos ido fabricando tabúes, viviendo de consignas, y a su vez construyendo válvulas y escape donde, de tanto en tanto, difuminar aquel estrés contenido, aquella retención prisionera que parasita en cada uno de nosotros, en cada una de las sociedades, en cada uno de los estamentos.
Creemos, necesitamos creer, que el asueto de unos días, renovará sangre, espíritu y ciclará hasta el próximo disfraz. Por el camino encontrará paradas, zonas de descanso y carriles de aceleración y desaceleración. Por el camino recontarán una y otra experiencia vivida, punto de inflexión y cuantas aspiraciones se programen para un futuro próximo.
Y la vestimenta se irá cambiando según los vaivenes del momento. Un día alegre, otro pensativo, otro más triste y el siguiente dubitativo. El ciclo, sin adaptación a patrones o al mismo tiempo imponiéndose a rutinas preconcebidas por el desconocer mismo del engranaje de la maquinaria corporal, irá tomando forma y se irá anclando en situaciones, relaciones, experiencias…
Llegarán días de bullicio, fiestas, disfraces, y te verás anclado entre el cambio y la retórica. Entre la necesidad de desenfreno y el cotidiano mantenimiento de poses, normas y formas. Tendrás un disfraz y vestimenta para unos. Tendrás vestimenta y disfraz para otros. Llegarás incluso a desconocer qué capa, que lado reversible portas en cada momento, ante cada situación.
Y serás camaleón o lagarto, mariposa o gusano, pero al final, sin tu ni siquiera saberlo, creerlo o quererlo, serás tu mismo, aunque eso si, seguirás siendo un desconocido para unos, para otros, para ti mismo.
Lucharás por dominar el entorno, pero al final te verás sucumbido ante él. Seguirás portando el disfraz. Seguirás llevando la coraza. No llegarás a distinguir la una del otro. Qué más da. Seguirás compitiendo con el prójimo. Desconocerás quien lleva el disfraz, si tu o el semejante, o ambos, o ninguno.
Al menos, será reversible, reutilizable. Y en tiempos de crisis, eso se agradece. Aunque todos, casi todos, lleven piel de cordero. De disfraz, claro.
PUBLICADO en el número del mes de MARZO de 2011, en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONES MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca