Hace un par de fines de semanas, cuando el tiempo aún se presentaba estival, por la mañana, a eso de las siete y tantas, me encontré a un grupo de no menorquines en amena tertulia bajo el cobijo de una terraza. Allí, con su bebida en la mano, daban el último sorbo de aquella sustancia bajo recargo arancelario justo antes de ir caer en manos de Morfeo.
El diálogo ya se lo pueden imaginar. Tres varones educados a modo de “tiaso” y con similar voz salida de culebrón sudamericano, emprendían un camino hacia lo que serían los preliminares de un cortejo con resultado más bien negativo. La joven, diplomática ella, escuchaba y mantenía el hilo de la conversación con evasivas ambiguas, gracias a la cual se mantenía aquella retórica de un monólogo estéril del dios Baco hacia alguna de sus bacantes.
El comentario no se deja esperar. La crisis está presente y golpea fuerte en cada hogar. Unos ya han abandonado la lucha y se relajan en la solidaridad de los demás. Otros, aún reman por mantener la embarcación sobre la línea de flotación., aunque sin esperanzas de llegar a puerto y seguir rumbo. La falta de equipaje favorece un mejor desplazamiento aunque a la larga suele aparecer contradictoria.
Y el comentario empieza a hacerse contradictorio, in-solidario, falto de humanidad. El típico trabajas o estudias no se contemplaba en aquel monólogo entre “tiasos” y bacante. El objetivo estaba más definido por mucho que lo ambiguo reinara en el monólogo. El comentario externo también.
La crisis, los subsidios y los orígenes empiezan a ganar calle. El comentario políticamente correcto desaparece de vocabulario y el proteccionismo nacionalista aparece en escena. Josep Antoni Duran Lleida lo deja claro al manifestar que no está conforme en pagar las bebidas alcohólicas que se toman en el bar con el dinero de las peonadas. Y como él, muchos otros asentirán tal opinión. En cambio Duran Lleida no habla de los subsidios o pensiones de los banqueros gallegos, ni de los propios catalanes. Y estos también los pagamos todos –ya no todos- nosotros.
Lo cierto es que de no ser menorquín, me ratificaría con Duran Lleida. Si fuera vasco tal vez mis pensamientos irían por otros derroteros. Si fuera gallego o andaluz, tal vez no opinaría lo mismo. Pero soy menorquín y me siento menorquín. Durán Lleida tendrá quien opine que tiene toda la razón en lo que dice, aunque a los políticos nunca hay que darles el beneficio de la duda. Ni el cheque de un voto incondicional. Hoy son las peonadas, mañana podemos ser nosotros. Añoro un Duran Lleida menorquín. Un Duran Lleida que hable del AVE, de las autopistas, de las autovías, de las peonadas, de las embajadas y consulados, de las televisiones, de la sanidad, de los aeropuertos….. Y de la cárcel.
Y de la solidaridad impuesta a toque de tanto por ciento. Del diezmo que cada vez aumenta en los cada vez menos salarios y asalariados. De los recortes y cortes, a los que como yo, nunca he conseguido beca ni ayuda alguna, mientras otros que estrenan coche, juegan virtualmente y hacen cola en el INEM la adquieren anualmente, y sin corte de pelo, a lo sumo una respuesta de mangas.
Rajoy aparece en escena y quiere poner a los técnicos en los ministerios, al más puro gobierno tecnócrata de los años sesenta. Al menos, su visión eliminará algunas de las siempre presuntas ochocientas plazas de asesores de Zapatero. Si no fuera menorquín, me lo creería. Al serlo, mi duda no desaparece.
Como tampoco desaparecerá cuando algún seguidor del nacionalista catalán, el lunes, el martes, y tantos otros días de la semana se encuentre a aquellos “tiasos y bacantes” apagando sus horas nocturnas mal-bebiendo un subsidio que entre todos pagamos.
Y a lo último, alguno pensará que Duran Lleida se queda corto.
Otros, que se ha extralimitado. Y es que en época electoral, nada es como uno se piensa.
PUBLICADO EL 15 OCTUBRE 2011, EN EL DIARIO MENORCA.
El diálogo ya se lo pueden imaginar. Tres varones educados a modo de “tiaso” y con similar voz salida de culebrón sudamericano, emprendían un camino hacia lo que serían los preliminares de un cortejo con resultado más bien negativo. La joven, diplomática ella, escuchaba y mantenía el hilo de la conversación con evasivas ambiguas, gracias a la cual se mantenía aquella retórica de un monólogo estéril del dios Baco hacia alguna de sus bacantes.
El comentario no se deja esperar. La crisis está presente y golpea fuerte en cada hogar. Unos ya han abandonado la lucha y se relajan en la solidaridad de los demás. Otros, aún reman por mantener la embarcación sobre la línea de flotación., aunque sin esperanzas de llegar a puerto y seguir rumbo. La falta de equipaje favorece un mejor desplazamiento aunque a la larga suele aparecer contradictoria.
Y el comentario empieza a hacerse contradictorio, in-solidario, falto de humanidad. El típico trabajas o estudias no se contemplaba en aquel monólogo entre “tiasos” y bacante. El objetivo estaba más definido por mucho que lo ambiguo reinara en el monólogo. El comentario externo también.
La crisis, los subsidios y los orígenes empiezan a ganar calle. El comentario políticamente correcto desaparece de vocabulario y el proteccionismo nacionalista aparece en escena. Josep Antoni Duran Lleida lo deja claro al manifestar que no está conforme en pagar las bebidas alcohólicas que se toman en el bar con el dinero de las peonadas. Y como él, muchos otros asentirán tal opinión. En cambio Duran Lleida no habla de los subsidios o pensiones de los banqueros gallegos, ni de los propios catalanes. Y estos también los pagamos todos –ya no todos- nosotros.
Lo cierto es que de no ser menorquín, me ratificaría con Duran Lleida. Si fuera vasco tal vez mis pensamientos irían por otros derroteros. Si fuera gallego o andaluz, tal vez no opinaría lo mismo. Pero soy menorquín y me siento menorquín. Durán Lleida tendrá quien opine que tiene toda la razón en lo que dice, aunque a los políticos nunca hay que darles el beneficio de la duda. Ni el cheque de un voto incondicional. Hoy son las peonadas, mañana podemos ser nosotros. Añoro un Duran Lleida menorquín. Un Duran Lleida que hable del AVE, de las autopistas, de las autovías, de las peonadas, de las embajadas y consulados, de las televisiones, de la sanidad, de los aeropuertos….. Y de la cárcel.
Y de la solidaridad impuesta a toque de tanto por ciento. Del diezmo que cada vez aumenta en los cada vez menos salarios y asalariados. De los recortes y cortes, a los que como yo, nunca he conseguido beca ni ayuda alguna, mientras otros que estrenan coche, juegan virtualmente y hacen cola en el INEM la adquieren anualmente, y sin corte de pelo, a lo sumo una respuesta de mangas.
Rajoy aparece en escena y quiere poner a los técnicos en los ministerios, al más puro gobierno tecnócrata de los años sesenta. Al menos, su visión eliminará algunas de las siempre presuntas ochocientas plazas de asesores de Zapatero. Si no fuera menorquín, me lo creería. Al serlo, mi duda no desaparece.
Como tampoco desaparecerá cuando algún seguidor del nacionalista catalán, el lunes, el martes, y tantos otros días de la semana se encuentre a aquellos “tiasos y bacantes” apagando sus horas nocturnas mal-bebiendo un subsidio que entre todos pagamos.
Y a lo último, alguno pensará que Duran Lleida se queda corto.
Otros, que se ha extralimitado. Y es que en época electoral, nada es como uno se piensa.
PUBLICADO EL 15 OCTUBRE 2011, EN EL DIARIO MENORCA.