Dice el refrán que “tanto fue el cántaro a la fuente que por fin se rompió”, y eso es lo que nos está pasando a los españolitos de a pié. Lograr terminar la jornada en la misma tarde del viernes para la mayoría de los trabajadores, fue un logro notable. Ahora, son muchos los que terminarán al mediodía de éste y aprovecharán cualquier ocasión para alargar este llamado “finde” algunas jornadas más.
Y si al finde le podemos añadir alguna fiesta de las de guardar, pues mejor que mejor. En tiempos de vacas flacas –no las de ahora, sino las de unos años atrás- aquellos puentes eran beneficiosos para todos. Las empresas paraban la producción durante unas jornadas y así el stock se normalizaba. Tampoco era coste añadido para el empresario ya que el trabajador guardaba o se le restaba aquel puente a sus vacaciones anuales y ambas partes salían favorecidas. Y el turismo también.
El turismo, el sector servicios y demás, también se beneficiaba. La gente, cuando aún tenía crédito solía aprovechar aquel puente para alguna escapada, como las antiguas semanas blancas de los escolares, y sin ir más lejos el famoso puente de la Constitución del año pasado con su caos aeroportuario tras la repentina “enfermedad” de los controladores aéreos- y ello favorecía a que el dinero se moviera, pasara de mano en mano, y quedaran donde siempre, en el bolsillo del que más tiene.
Este año pero, el puente se ha convertido en acueducto, aunque el agua no corra precisamente por sus conductos. Este año parece que jugamos al juego de la oca con tanta fiesta intercalada. Que si al martes y al jueves lo enganchamos con el lunes, el miércoles y el viernes, y con el primer finde y el finde último, nos quedamos con nueve días del que sólo perdemos tres. Un récord, vamos. Y eso parece que no ha gustado a los empresarios ni a los gobernantes.
La excusa es que la productividad se paraliza y la competitividad se pierde. ¿Desde cuando tenemos exceso de pedidos en nuestras empresas? ¿Acaso hay datos que no aparecen? ¿O simplemente es para no perder los pocos que se tienen?.
Y ya tienen propuesta. Y la propuesta es trasladar los festivos a los lunes. Así, aunque se junten tres días no laborables la maquinaría no se paralizaría por el camino. Todo bien hasta que aparezca un Viernes Santo a celebrar en lunes o el día de Todos los Santos a celebrar a últimos de octubre. Y no digamos si por esta misma razón, el día de Año Nuevo lo celebramos en la víspera de Reyes. Pero no, también han pensado en ello –es de suponer que en la nómina de este mes su complemento de productividad irá en aumento- y no quieren toparse con la Iglesia. Proponen trasladar sólo las fiestas civiles y no las religiosas, como si de civiles tuviéramos muchas…
Ahora bien, el gato está encerrado y es de color negro, gris o blanco, dependiendo de quien se lo mire, busque o encuentre. Resulta que la productividad del trabajador ha aumentado una media del cuarenta y dos por ciento desde la confirmación de la llegada de la crisis. Y no es que haya más productividad en la empresa, ni que la cobre el trabajador, sino simplemente que hay menos productores. Menos productores, mayor productividad y menor salario. Un éxito empresarial, dirán los tratados dentro de algunos años.
Y con menos salario, menos inversión, menos despilfarro, o al menos, de la parte que concierne al trabajador. Y si el dinero no corre, ya se sabe, ya no pasará de mano en mano, y tampoco terminará en el bolsillo del que más tiene. Y eso tampoco es beneficioso para la salud económica de nuestro país. También es verdad que se podrá subir el IVA - y el venía - de los bienes de consumo y así recaudar parte de lo no invertido. Poco a poco, el rico más rico, el pobre más pobre…
¿Poco a poco? Rápido… y acelerando en curvas y rasantes, pendientes, llanuras y altiplanos. Hasta que algún día, en algún recóndito despacho, alguna lumbrera decida proponer todo lo contrario. Y reinventarán lo ya inventado. Lo declararemos hijo predilecto y laureado de tal o cual legión, nombraremos calles con su nombre y quien sabe si senador vitalicio, que de ducados no se vive.
Pero mientras, mientras esta lumbrera se mantiene escondida, algunos propondrán una dirección general para los asuntos festivos con un grupo de asesores y secretarios, y las respectivas subdirecciones para temas civiles y eclesiásticos. Y las CCAA sus propias de carácter autonómico. Y para las entidades locales algún que otro cargo que asesore la conveniencia o no del traslado de las suyas. Y si el dinero no alcanza para eso de la cosa pública, siempre cabe el desvío hacia la empresa privada. Al fin y al cabo lo que se pretende es crear empleo.
Y dentro de unos años, cuando los ahora cincuentones nos acerquemos a la jubilación ya alcanzados los años setenta de nuestra existencia, podremos volver a disfrutar de algún puente de los que ahora despedimos. ¡Y añoraremos aquellos años de juventud!. ¡Y maldeciremos a aquellos nefastos gestores que en su día mantuvimos donde no debíamos!
Aunque siempre aparecerá alguno que intentará echar la culpa a los romanos, por no atreverse a inventar los pasos subterráneos…. Y es que la historia se escribe de muchas maneras.
Y si al finde le podemos añadir alguna fiesta de las de guardar, pues mejor que mejor. En tiempos de vacas flacas –no las de ahora, sino las de unos años atrás- aquellos puentes eran beneficiosos para todos. Las empresas paraban la producción durante unas jornadas y así el stock se normalizaba. Tampoco era coste añadido para el empresario ya que el trabajador guardaba o se le restaba aquel puente a sus vacaciones anuales y ambas partes salían favorecidas. Y el turismo también.
El turismo, el sector servicios y demás, también se beneficiaba. La gente, cuando aún tenía crédito solía aprovechar aquel puente para alguna escapada, como las antiguas semanas blancas de los escolares, y sin ir más lejos el famoso puente de la Constitución del año pasado con su caos aeroportuario tras la repentina “enfermedad” de los controladores aéreos- y ello favorecía a que el dinero se moviera, pasara de mano en mano, y quedaran donde siempre, en el bolsillo del que más tiene.
Este año pero, el puente se ha convertido en acueducto, aunque el agua no corra precisamente por sus conductos. Este año parece que jugamos al juego de la oca con tanta fiesta intercalada. Que si al martes y al jueves lo enganchamos con el lunes, el miércoles y el viernes, y con el primer finde y el finde último, nos quedamos con nueve días del que sólo perdemos tres. Un récord, vamos. Y eso parece que no ha gustado a los empresarios ni a los gobernantes.
La excusa es que la productividad se paraliza y la competitividad se pierde. ¿Desde cuando tenemos exceso de pedidos en nuestras empresas? ¿Acaso hay datos que no aparecen? ¿O simplemente es para no perder los pocos que se tienen?.
Y ya tienen propuesta. Y la propuesta es trasladar los festivos a los lunes. Así, aunque se junten tres días no laborables la maquinaría no se paralizaría por el camino. Todo bien hasta que aparezca un Viernes Santo a celebrar en lunes o el día de Todos los Santos a celebrar a últimos de octubre. Y no digamos si por esta misma razón, el día de Año Nuevo lo celebramos en la víspera de Reyes. Pero no, también han pensado en ello –es de suponer que en la nómina de este mes su complemento de productividad irá en aumento- y no quieren toparse con la Iglesia. Proponen trasladar sólo las fiestas civiles y no las religiosas, como si de civiles tuviéramos muchas…
Ahora bien, el gato está encerrado y es de color negro, gris o blanco, dependiendo de quien se lo mire, busque o encuentre. Resulta que la productividad del trabajador ha aumentado una media del cuarenta y dos por ciento desde la confirmación de la llegada de la crisis. Y no es que haya más productividad en la empresa, ni que la cobre el trabajador, sino simplemente que hay menos productores. Menos productores, mayor productividad y menor salario. Un éxito empresarial, dirán los tratados dentro de algunos años.
Y con menos salario, menos inversión, menos despilfarro, o al menos, de la parte que concierne al trabajador. Y si el dinero no corre, ya se sabe, ya no pasará de mano en mano, y tampoco terminará en el bolsillo del que más tiene. Y eso tampoco es beneficioso para la salud económica de nuestro país. También es verdad que se podrá subir el IVA - y el venía - de los bienes de consumo y así recaudar parte de lo no invertido. Poco a poco, el rico más rico, el pobre más pobre…
¿Poco a poco? Rápido… y acelerando en curvas y rasantes, pendientes, llanuras y altiplanos. Hasta que algún día, en algún recóndito despacho, alguna lumbrera decida proponer todo lo contrario. Y reinventarán lo ya inventado. Lo declararemos hijo predilecto y laureado de tal o cual legión, nombraremos calles con su nombre y quien sabe si senador vitalicio, que de ducados no se vive.
Pero mientras, mientras esta lumbrera se mantiene escondida, algunos propondrán una dirección general para los asuntos festivos con un grupo de asesores y secretarios, y las respectivas subdirecciones para temas civiles y eclesiásticos. Y las CCAA sus propias de carácter autonómico. Y para las entidades locales algún que otro cargo que asesore la conveniencia o no del traslado de las suyas. Y si el dinero no alcanza para eso de la cosa pública, siempre cabe el desvío hacia la empresa privada. Al fin y al cabo lo que se pretende es crear empleo.
Y dentro de unos años, cuando los ahora cincuentones nos acerquemos a la jubilación ya alcanzados los años setenta de nuestra existencia, podremos volver a disfrutar de algún puente de los que ahora despedimos. ¡Y añoraremos aquellos años de juventud!. ¡Y maldeciremos a aquellos nefastos gestores que en su día mantuvimos donde no debíamos!
Aunque siempre aparecerá alguno que intentará echar la culpa a los romanos, por no atreverse a inventar los pasos subterráneos…. Y es que la historia se escribe de muchas maneras.
PUBLICADO EL 8 DICIEMBRE 2011, EN EL DIARIO MENORCA.