LECCIONES, LAS JUSTAS

Más de siete millones de españoles y asimilados delante de los televisores. Otros, a la mañana siguiente leyéndolo o visionándolo por Internet. La mayoría, acorde con el mensaje y con las reacciones. Un servidor, cada vez más escéptico.

Escéptico con el mensaje y con las reacciones. Todo oído y toda vista pendiente del yerno real. Y el real suegro, sabedor de ello, no desperdició ni la oportunidad ni el momento de entrar en nuestros hogares y dejar las cosas claras. Al menos, oficialmente hablando.

La justicia es igual para todos. Sí, pero como con Hacienda, unos más que otros. No es de recibo que cinco años atrás se le apartara de sus negocios y nadie acusara a nadie. No es de recibo que en esta España con cinco millones de parados, se incorpore un consejero a una empresa de telefonía con el único mérito de así desearlo el máximo titular de una de las instituciones del Estado.

Un sueldo de envidia. Un sueldo de más de un millón de euros anuales a los que hay que añadir los gastos por viajes, casa, colegios y seguridad, que como es lógico, no lo satisface el consejero. Al menos, de su bolsillo. Y la justicia sigue siendo igual para todos.

Ahora toca salvar a la monarquía. El artículo 56 apartado tercero de la Constitución Española lo deja bien claro al mencionar que su persona es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Su familia, por consanguinidad como por afinidad, no entra en el apartado. Es hora pues, que cada palo aguante su vela, y que cada uno asuma sus responsabilidades.

Y una de ellas, el discurso. Discurso y su entorno. No tan solo lo que se dice, lo que no se dice, como también el escenario en el que se dice. Las siempre menciones al terrorismo, al paro, a las corruptelas –este año más que nunca- y a la necesidad de unidad. Y en la puesta a escena, tampoco faltó la fotografía de rigor. Una fotografía junto a los señores Rodríguez y Rajoy. ¿Un antes y un después? ¿Un canto a la unidad? ¿O simplemente el papel mediador y reconciliador de la monarquía?

Sin duda, tras treinta y seis años de cotización en la jefatura, otros muchos de aprendiz, y de salir airoso de aquellos secretos de una noche de febrero, no será el presunto caso Urdangarín el que ponga entre las cuerdas a nuestro monarca. Ni a la monarquía. Y sobre todo cuando la alternativa a ésta, tiene peor credibilidad.

¿Se imaginan una tercera república española presidida por el señor Rodríguez, Zapatero para más señas? ¿O por el camarada Alfredo? ¿O algún otro, como Iñaki Antigüedad? Visto lo visto, la mayoría votaría por una tercera república presidida por don Juan Carlos de Borbón, pese a todas las incógnitas que siempre le acompañarán en la historia inmediata.

Negar la mayor no es la solución. Como tampoco lo son las informaciones de diferencias en el seno de la misma. Una solución podría ser la de separar el concepto de la Familia Real del concepto de la Jefatura del Estado. Así, don Juan Carlos de Borbón continuaría siendo Rey de España y por tanto titular de la jefatura del Estado, pero su familia permanecería ajena a toda representación, honor y privilegio institucional. Sólo así, la ley, la justicia, serían iguales para todos. O para casi todos - siempre habrá que recordar el apartado tercero-. ¿Acaso la esposa de Rajoy hará funciones de presidenta del Gobierno? ¿Acaso las hijas de Zapatero representaron a su padre en algún acto oficial?

Modernizar el Estado implica cambios. Superar crisis, también. Y como bien dijo en su mensaje de Navidad, de que no tenía ninguna duda de que los españoles sabremos estar a la altura de los tiempos, es momento pues de modernizar muchos conceptos anacrónicos, adaptarlos a las circunstancias actuales y de arrimar todos el hombro, para el bien de España, de los españoles y de las instituciones.

Y sólo con el ejemplo, se dan lecciones. Sólo con el ejemplo, se hace uno líder. Sólo con el ejemplo, se convence.

Bon Any 2012.


PUBLICADO EL 28 DICIEMBRE 2011, EN EL DIARIO MENORCA.