NI MONARQUÍA NI REPÚBLICA

Hasta hace poco, me hubiera definido como monárquico por exclusión. Por exclusión o la elección de entre lo malo, lo menos malo. Pero ahora, visto lo visto, uno ya no puede identificarse con la monarquía, al menos con la que tenemos en España. La abdicación en la persona del príncipe era la opción que hubiera fortalecido a la monarquía cuando la credibilidad empezaba a hacer mella. Y nuestro rey, desaprovechó la ocasión. Y no ahora, sino hace algunos años.

Hace décadas que se rumoreaba con los negocios –siempre presuntos- del monarca. Hace tiempo que se rumoreaba de algunas –presuntas siempre- aventuras amorosas. Hace tiempo que se rumoreaba de presuntas irregularidades –por llamarlo de alguna forma- en el tema del 23-F. Pero en estos últimos años el miedo, el respeto institucional, el culto a la persona del rey, ha dado paso a la búsqueda de la verdad, a dejarse uno de hipocresía y a decir las cosas por su nombre.

Recientemente se han publicado libros -bastantes libros- en los que la monarquía, y especialmente su majestad el rey, son protagonistas necesarios para seguir la trama de los mismos. Incluso hay en los que se analizan pensamientos y frases de miembros de su real familia. Esto, unido al morbo del populacho, los avatares de la crisis y la maduración del pueblo español, han hecho el resto.

Pero el resto no hubiera existido si antes no hubiera existido una prepotencia o provocación –siempre en el buen sentido de la palabra, si es que existe- hacia la impunidad de la institución.

¿Para qué sirve la monarquía?. Hasta hace poco, representaba sin duda la garantía de unidad y de perseverancia de la justicia ante cualquier atropello que el político de turno quisiera imponernos. Pero los avatares de la vida ha puesto a miembros de ella en la misma tesitura que cualquier político corrupto ante la justicia. Los avatares de la vida han hecho que muchos problemas de alcoba salgan en tertulias televisadas y en los escaparates de las librerías. ¿Entonces, para qué nos sirve la monarquía? ¿ O somos acaso nosotros los que sí servimos para la monarquía?

Pero no hay que salir del fuego para meternos en las brasas. La república como sistema de Estado tampoco representa mucha diferencia con la actual monarquía. Solamente la democratización de la elección. Y su renovación cuando procede. Y inexistencia de prebendas para familiares. Y ya es mucho. Pero tampoco es solución.

Y no es solución porque el político seguirá estando a la exposición de proposiciones indecentes. Y la siempre potencial no neutralidad política del titular de la misma, podrá afectar al buen desarrollo del gobierno de la nación.

Ante la tesitura de elegir una u otra, existe la opción de renegar de ambas. Y es fácil. ¿Qué necesidad tenemos de mantener a otra institución –llámese monarquía o república- si el presidente del Gobierno, sea cual sea su color político, puede representar nuestro país-estado-nación o como quiera llamársele, ante los demás, siempre bajo el mandato soberano del pueblo y de sus representantes en las Cortes? ¿Porqué añadir otras elecciones, sueldos y representaciones, simplemente para ejercer de portavoz de una representación reunida en Cámara y trasladada mediante ley?.

Pero la monarquía aún tiene solución. Y la solución pasa por contratar a una persona impoluta. Sin pasado del que arrepentirse. Sin hipotecas que le agobien el futuro. La abdicación del rey en su hijo Felipe sería, ese sí, un gran servicio a la monarquía. Y por añadidura, también a España.

Estas últimas semanas han sido nefastas para la real familia. Podríamos decir que el tiro, les ha salido por la culata. Ni hubo solución con Argentina, ni hubo trofeos con elefantes. Todo un fiasco. Al menos, un cambio, revitalizaría la institución, y dejaríamos de ser el hazmerreír de Europa y de América Latina.

P.D. ¿Qué modelo de muletas habrán promocionado para la ocasión? ¿Acaso llevará un mp5 incorporado? ¿O será una tablet?.


PUBLICADO EL  21 ABRIL 2012, EN EL DIARIO MENORCA