RECICLAR: ¿ECOLOGÍA O ECONOMÍA?


Hubo un tiempo en que lo verde, vendía.  Y no eran precisamente los guardias civiles ni el verde OTAN, sino los llamados ecologistas.  Con el tiempo, el concepto de ecología fue calando en la población, y  de aquella protección a los pájaros y de los ecosistemas, pasamos al reciclaje actual.  Reciclar, palabra políticamente correcta y que nos empuja a procesar los materiales usados para la recuperación para un nuevo uso.

Y es así como se disponen de una serie de  contenedores  de variados colores,  para depósito de los desechos que nosotros mismos creamos.  Las botellas de vidrio en uno, los botes de plástico en otro, el cartón y papel en el siguiente, y porqué no, el aceite en el suyo propio.   Y tan felices.

Y uno que empieza a acercarse a la cincuentena, se acuerda de sus años pre-mozos, en los que en el colegio se hacían recolectas de papel entre el vecindario, para costearse el viaje de fin de curso.  Y se acuerda que aquellas revistas usadas y aquellas hojas de periódico se pagaban a dos pesetas el kilogramo.  ¡Y ahora las tiramos en un contenedor cuadrado  y azul! ¡Y gratis!.

También en mis años pre-mozos, los cascos de los refrescos tenían su precio. Precio que primero depositabas en el colmado y que te iban descontando en las próximas compras, siempre previa entrega del casco vacío.  ¡Y no digamos la alegría cuando encontrábamos alguno de vacío….!.¡Y nadie se atrevió a decirnos que estábamos reciclando! ¡O que éramos ecologistas!.
Y es que en aquellos tiempos ni reciclábamos ni éramos ecologistas, sencillamente éramos pobres y necesitábamos primeramente no derrochar el dinero, y si había posibilidad, hacernos con unas pesetas.  Parecía como si las palabras reciclar y ecología, no se hubieran inventado todavía.

Ahora, varias décadas después, y aunque seguimos siendo pobres, reciclamos y somos ecologistas.  Y activos.  Tan activos que recogemos el cartón, el cristal y los plásticos para las empresas de reciclaje.  Y gratis.  E incluso pagando.

No se atreva a recoger revistas, diarios ni cartones para venderlo en una de estas empresas, porque no se los aceptarán.  Los costes de manipulación y el transporte encarecen un producto no rentable, le dirán.  En la península ocurre lo contrario. O no. Mafias organizadas –o grupos de gente sin recursos- recogen cartón y revistas de los contenedores azules, para malvenderlos a diez céntimos el kilogramo de los primeros y a once los segundos.  Y los folios impresos…, pues a veinte y pocos.  Pero esto está prohibido.

Y cuando hay prohibición, es porque algún derecho ajeno queda vulnerado. Así pues, el reciclaje tiene su destino.  Un destino que no alcanza su destrucción controlada sino todo lo contrario, su venta.  Cartón, vidrio, cristal, materiales de desecho, todo tiene su negocio.  Y con donación a domicilio.

Y la ecología no se para aquí, no. Centros comerciales declaran la guerra a las bolsas de plástico por su impacto en la naturaleza.  Agendas locales 21 regalan “paneres” para sustituir las bolsas. ¡Como en mis años pre-mozos! .  Pero los mismos centros comerciales no las sustituyen por bolsas biodegradables, ni de papel, ni nada parecido.  Las sustituyen previo pago de cinco pesetas.  Y es que si uno paga, es como si tuviera bula en este país.

El agua otro tanto.  Se descubren los nitratos y se aumenta el precio de la embotellada.  Y si acudes mucho al grifo, se te dispara la factura de una forma uniformemente acelerada.  Y como lo que entra, sale, pues doble factura y penalización al canto.

En cambio si el televisor se estropea o un circuito hace un mal contacto, reciclamos la placa entera.  Ya no nos preocupamos de detectar el fallo, de sustituir la pieza o simplemente darle algún toque de atención,  que ponía las pilas al televisor de la primera y segunda cadena.  Ahora todo son circuitos y placas madres.  Ya no hay ni válvulas ni lámparas que sustituir.  Y si las hubiera,  tampoco serían rentables.  Entre el transporte, el material, la mano de obra, la disponibilidad, el beneficio industrial y el beneficio del Estado, puede uno comprar la mitad del aparato nuevo.

Y es que hoy en día, somos conscientes y  reciclamos.  Pero no ahorramos.  En mis años pre-mozos, reciclábamos  sin saberlo  y además,  ahorrábamos.

PUBLICADO EL 29 ABRIL 2012, EN EL DIARIO MENORCA