LA MONARQUÍA Y SU PRESUPUESTO


Que la monarquía española está pasando por un mal momento, nadie lo pone en duda.  Que el resto de los españoles lo están pasando mucho peor, tampoco se podrá negar.  Ante estas premisas, que la  monarquía se reduzca su presupuesto en un siete por ciento, no me parece ni justo ni noticia, sino todo lo contrario.

Y lo contrario es injusto.  Pero no con la monarquía, sino con el resto de los españolitos y asimilados.  No entraré en cuestiones de si monarquía o república. Al menos en este escrito.  No entraré en cuestiones de si el sueldo de rey es mucho o poco. Al menos en este escrito.  En cambio si que opinaré y criticaré el que se tenga que pagar unos sueldos por “representación” a otros miembros de la familia real y por supuesto el sueldo al príncipe heredero.

Y me explico.  Y lo mejor es hacerlo con ejemplos.  El rey deberá ser considerado como un alto –el más alto- funcionario del Estado. Partiendo de esta base, ¿se imaginan que un cirujano que tenga que ir a una conferencia, reunión de trabajo o cursillo de reciclaje,   le pagaran los pasajes y la estancia de su mujer y de sus hijos? Seguramente todos estaríamos de acuerdo que aquello no era ni justo ni legal.  Y si no que se lo pregunten al anterior presidente del Consejo General del Poder Judicial.

Y hay más. ¿Se imaginan que  un profesor de universidad, que por licencia, indisposición o por encontrase de viaje de placer cazando orangutanes, no pudiera dar clases durante una semana,  y que  mandara a su hijo a sustituirlo en   sus clases?

Inimaginable, ¿no?.  Y más aún.  ¿Se imaginan al presidente de la república de cualquier país democrático, dejar a su conyugue que codirigiera los destinos del país? Inaceptable, también.  ¿Nos imaginamos que las arcas de un municipio o de una comunidad autónoma tuvieran que hacerse con los gastos de mantenimiento de un palacete para que los hijos ya casados y por tanto, emancipados, del alto dirigente nacional pudieran ir de vacaciones?. 

Si somos capaces de calificar de absurdos los supuestos anteriormente descritos, ¿por qué no somos capaces de dar el mismo calificativo cuando el sujeto de la oración es la monarquía española?.  Que el jefe del Estado tiene que tener un sueldo nadie podrá objetarlo.   Pero la jefatura del Estado es unipersonal.  Y si por su edad o por sus condiciones tiene que delegar, deberá delegar en alguien investido de cargo o empleo.  En otro cargo de la administración, o en otro empleo de la misma.  No en su familia.

Y como no tendría que delegar en su familia, no tendrían porqué recibir asignación alguna para asistencia a ningún acto protocolario.  Es más, de asistir, deberían satisfacer el pago proporcional de su plaza, asiento, alojamiento y menú.

Y si el rey, por enfermedad, tuviera que permanecer algún tiempo de baja, como alto funcionario del Estado que es,  también tendría que ver sus retribuciones disminuidas  en su parte proporcional como cualquier otro empleado español.  Y así podríamos empezar a hablar de igualdad.

De igualdad y de justicia. Es ilógico, irracional si cabe, que en el siglo XXI, superados muchos tabúes, con tantos aires de progreso y tantas decisiones que se han llegado a tildar de antinatura, nadie, ni los que se dicen derechas, ni los que presumen de izquierda, hayan tenido la mínima conciencia, o simplemente decencia, de superar agravios sociales dignos de siglos pasados.

Tampoco es de extrañar.  Si no han sido capaces de mandar a los tribunales a los causantes de tanto robo bancario,  de tanto expolio de las arcas públicas y de tanta falta de credibilidad de las administraciones, ¿cómo preocuparse de un tema del que –de momento- nadie había levantado la liebre?.

Suerte que siempre habrá algún juez  -no todos-, algún fiscal –no todos-, alguna formación política y sindical –no todos- que entenderá que algunos de estos timadores de guante blanco, deberán figurar como sujetos en los primeros y últimos renglones de una sentencia condenatoria.

Mientras, un pensionista y un empleado en activo más, podrán disfrutar de un sueldo gracias a este sacrificio real –o imaginario- en unos presupuestos. 

Otro día, el Consejo de Estado.

PUBLICADO EL 20 JULIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.