Si echáramos mano de la memoria y de la estadística,
veríamos que al inicio de las vacaciones
de verano, del éxodo de centenares de miles de familias en busca de unos días
de asueto, lleva aparejada una subida en los carburantes, en el gas y en la
electricidad. Tampoco es de extrañar si
a ello, le unimos alguna sorpresa al regreso en forma de ERE, o simplemente
encontrarse uno con las puertas del lugar de trabajo cerradas o con el cambio
de la actividad.
Por de pronto, ya hemos conseguido que el negocio de las
farmacéuticas –o de los laboratorios- no se retraiga. Y eso gracias a nuestra participación en los
costes –uno ya no sabe si de producción o de comercialización- de los
medicamentos. Por una parte, hay que
reconocer que el anterior sistema era demasiado bueno para sobrevivir en una
época de crisis. Por otra parte, la
prisa suele ser mala consejera.
Y esta es la sensación que deja el primer y único
anuncio. Todos pagan –casi todos-. Y unos más que otros. O al revés. Unos menos que otros. Nunca me han parecido equitativos, justos o
como deban calificarse, los porcentajes aplicados por tramos. Siempre se deja a una parte, en inferioridad
de condiciones.
Se ataca al pensionista, pero se le resguarda en el diez
por ciento con un máximo de una horquilla que varía de los ocho a los sesenta
euros mensuales según la renta.
Perfecto. Pero ¿por qué un pensionista que gane noventa y
nueve mil euros anuales tiene que pagar igual que uno que no llegue a los
veinte mil euros? ¿ O por qué un pensionista que gane cuatro veces más que un
activo tiene que pagar veinte euros máximo si el activo, cobrando cuatro veces
menos tiene que pagar el doble? ¿Quiénes son los pensionistas que ganan más de
un millón de pesetas mensuales? Siempre,
siempre, los mismos nombres. Y a la
pobre viuda de un trabajador cualquiera, le suben mil pesetas al mes y le
quitan mil quinientas de medicinas. ¡Vaya chollo!.
Y seguimos con la sanidad. Menos personal sanitario y más atención en
menos tiempo. Los números les deben
cuadrar a la perfección por aquello de ratios y demás fórmulas matemáticas. No
lo dudo. Lo que dudo es que en la práctica el sistema no se colapse. Y ya se
sabe, siempre pagan justos por pecadores.
Y la enseñanza. Si hay que aplaudir la relación de las
becas con el expediente académico, se aplaude.
No puede ser de otra manera. No hay porqué subvencionar a mediocres en
la universidad, en la pública claro. Que
de la privada, hablaremos otro día. Del
mismo modo, si hay que recriminar la política de menospreciar la labor de apoyo
para los menos preparados, se recrimina. Menos profesores, más alumnos en
clase, mayor conflicto. Menos profesores
de apoyo, mayor fracaso escolar.
Pero el fracaso escolar así como la atención médica
universal, no aparecen en la lista de prioridades. Las prioridades parecen ser otras. Y más rentables.
Y siempre la conclusión nos conduce a una vía sin
salida. Sin salida porque la puerta de
escape siempre está cerrada a cal y canto por los oídos sordos de quienes
deberían escucharnos. ¿Por qué recortamos en educación, sanidad y pensiones y
no recortamos en beneficios bancarios, políticos y deportivos? ¿Por qué cuando una empresa finiquita no se
la nacionaliza y el Estado asume la productividad como lo ha hecho con la
crisis bancaria?
Llega uno a la conclusión de que el Estado no
existe. Existe una confederación de
negocios –eléctricas, bancos, laboratorios, …- quienes manejan el cotarro. Y prueba hay de ello.
Hace un tiempo, relativamente poco, en que dio la
sensación de que los primeros recortes iban dirigidos a estos abusos. Los medicamentos genéricos, fueron prueba de
ello. El Estado y las Comunidades
Autónomas dejaban de subvencionar las especialidades farmacéuticas si había
genéricos a menor precio. Así, un
enfermo crónico como el que suscribe,
pasó de tomar Diován 160 mg a tomar Valsartán 160 mg, que es el mismo
principio activo del que está compuesto el primero. Y más barato. Hasta aquí, todo normal. ¡Menos el negocio de los laboratorios y
demás!.
Al cabo de unos meses, me vuelven a dispensar el Diován
160 mg. Uno, a ello le da dos versiones.
O tres. O bien el genérico ha aumentado
de precio –por aquello de la oferta y la demanda- o bien lo ha disminuido el
no-genérico. Otra opción más macabra
sería la vuelta a tras de lo dicho, por presiones de algún sector. Lo cierto es que ahora, si aumentan el
porcentaje de pago por parte del usuario, habrá que ir regateando precios,
nombres y demás. Y eso siempre que la
dispensación permita la elección del mismo.
España ha ganado la final y ha vencido a Italia. Nadie se acuerda en estos momentos de las
primas millonarias de nuestros futbolistas. Ni Hacienda obtendrá ningún
pellizco de ellas. Son trampas legales
en las que el legislador no ha querido entrar.
¿Quién se atreverá ahora a criticar
las primas? ¿Quién se atreverá a decir que el jugador de la selección ya
cobra por ganar y no sólo para jugar? ¿Se acordarán de aplicar la misma canción
que se aplica para criticar al funcionario de a pié?
Pero mientras haya divertimiento, no hablaremos de
crisis. Mientras haya vacaciones, no
hablaremos de crisis. La crisis volverá
cuando la normalidad vuelva a nuestras vidas, a nuestro cotidiano ir y
venir. Principalmente, cuando este ir y
devenir no tenga sentido, cuando no tengamos a donde desplazarnos.
Mientras tanto, bienvenido sea el mes de julio. Con sus subidas, con sus recortes, y con sus
idas y venidas.
PUBLICADO EL 5 JULIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA