Segunda semana de septiembre. Los colegios a punto de abrir sus puertas. Las rutinas domésticas vuelven a la normalidad. Las casetas de veraneo han cerrado definitivamente ya sus puertas. Ya se han liquidado las vacaciones y ya nos hemos acostumbrado a los nuevos precios -céntimo más, céntimo menos-.
Esta semana aún nos sirve para
repasar, degustar los últimos recuerdos de un verano al que hemos querido
quitar hierro y disfrutar como si fuera el último de esta etapa. Pero no.
Llegado a este punto, tras el estruendo de un final de fiestas, nos
resistimos a sumirnos en la resignación.
Las navidades están a la vuelta de la esquina, con todo lo que ella
representa. Y eso es duro.
Nos resistimos a frenar el
consumo aunque nos imponemos una ya autocensura económica. Y lo aplicamos en todos los frentes habidos y
por haber. Mientras, el puerto de Mahón
brindó en la última jornada festiva un auténtico reconocimiento a la decisión
municipal. Ahora sólo falta la
implicación de los sectores implicados. Un efecto llamada y una competitividad
en los precios.
El talante mahonés -nuestros
genes de compartir las tradiciones, culturas, idiomas y diversidad- conjuga claramente con las nuevas tecnologías, nuestro siempre
caminar. Los trajes a medidas son
síntomas evidentes de un egoísmo que nace en la necesidad de un protagonismo
enfermizo. Y los mahoneses no
necesitamos ni de protagonistas enfermizos ni quienes los idolatren.
La renovación
generacional, los nuevos métodos, las nuevas tecnologías, pueden también estar
presentes en estas tradiciones culturales –tanto de antaño, como las relativamente
modernas-. No es un caixer ni un
gigante, ni un grupo musical, ni una persona determinada el protagonista.
Los protagonistas
son la Colcada ,
los Gigantes, la romería, los grupos que actúan, los fuegos de artificio. Los
protagonistas también son los benefactores de ellos, el pueblo en sí. Hable éste como hable, piense como piense y
trabaje en lo que trabaje. Y la Virgen.
El primer “toc
de fabiol” -y ya no hablemos del último- es señal inequívoca de que los
genes geográficos están presentes, que la identidad de un pueblo -llámesele a
éste como se le llame, está vivo, está
presente y está dispuesto a participar.
Y la participación,
tanto activa como pasiva, también es clave.
Prueba de ello lo tenemos en las
cenas de barriada, en el cántico de Es Mahón, en las collas, en la herencia de Yurca… Y la participación se le llama hacer pueblo,
hacer Mahón….
Hacer Mô,
sencillamente.
PUBLICADO EL 11 SEPTIEMBRE 2012, EN EL DIARIO MENORCA.