INDEPENDENCIA ECONÓMICA


Jordi tiene veintitantos años. Trabaja como pasante en un bufete de abogados y vive en casa de sus padres junto con su hermana Meritxell.  Ella estudia cuarto año de carrera en la Universidad Autónoma.  Sus vidas, sin sobresaltos, no difieren de las encuestas del CIS.  Sus padres -ebanista  y dependienta de unos grandes almacenes- tampoco difieren de aquella generación que tuvieron la suerte de salir adelante con trabajo y resignación.

Jordi y Meritxell saben que su futuro será distinto.  Sus carreras no les aportarán la seguridad que el trabajo y el esfuerzo brindaron a sus padres.  Son catalanes, eso sí.  Pero ahora ello tampoco es sinónimo de garantía.  Es más, puede llegar a ser una carga.

Meritxell, entre clase y estudio, ayuda en el hogar en las labores de casa.  En  Jordi aún perdura aquella reticencia machista.   Y es más, de momento no aporta cantidad alguna para el sostenimiento de la economía doméstica.  Sin decirlo, deja patente que sus progenitores son quienes deben mantenerlo. 

Sus padres, desde que Jordi ganó su primer sueldo en un mediocre bufete de abogados, le dejaron bien claro que sus juergas, sus vicios y su vestimenta, corrían de su sueldo.  La comida y el resto de gastos del hogar, de las nóminas de sus progenitores.  Su hermana Meritxell, sin oficio ni beneficio, aporta su diezmo horario al hogar. 

Ambos, reconocen la autoridad de sus progenitores mientras ésta no interfiera  la libertad propia.  Es un pacto de no agresión, admitido y tolerado por las partes.  Más por los progenitores que por los descendientes, claro.  Y no podía ser de otra forma. ¿Dónde poner límites si ambos ya son mayores de edad?.

Las zonas comunes se mantienen en un cierto orden.  Comedor-estar, cocina y baño se rigen por las directrices de la matriarca.  Los dormitorios, puerta hacia adentro imitan el spot publicitario de una república independiente.  A pesar de ello, el caos no llega a imponerse.  Bueno, a veces.

Los fines de semana los amig@s invaden la república y los estados vecinos.  La despensa y el frigorífico pierden remanente y los patriarcas los nervios.  El lunes vuelve la tranquilidad y se restablece el entendimiento.  Una semana tras otra. Un invierno tras otro.
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Al patriarca un ERE lo ha puesto de patitas en la calle.  A la matriarca le han aumentado la jornada laboral y reducido el sueldo.  La crisis, ahora económica, entra en las partes comunes y toca a la puerta de las individuales.  Jordi entiende que su participación en los gastos es necesaria  y accede,  por solidaridad con sus progenitores, a hacerse cargo de parte de los gastos comunes.

Los fines de semana siguen siendo caóticos.  Más caóticos. Su porcentaje en las  zonas comunes hunde por proa el equilibrio de antaño.  La inestabilidad financiera y emocional empieza  a hacer mella entre  los progenitores.  Los ansiolíticos no logran atenuar aquella tensión candente.

Los roles domésticos entran en vías de cambios.  Meritxell tiende a aliarse con su hermano dado que el montante económico de éste puede servirle de ayuda extra.  Sus padres, al fin y al cabo, seguirán manteniendo al iris de la familia.

Y el iris, la córnea y la retina serán lo que les sacarán aquellos cuervos domésticos.  Jordi cada vez  más asume nuevas cotas en  el rol de cabeza de familia.  Sus conocimientos jurídicos-laborales lo aupan  a ello.  Sus padres, poco a poco se dan cuenta que están en casa ajena, realquilados.  Su hermana, trata de mantener su equilibrio entre ambos, para no perder posición.
                                                
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Cautivos por la crisis y desarmados por sus descendientes, los progenitores pactan entre ellos una huída hacia delante.  Huída que incluirá la marcha de aquel hogar en el que en su día formaran una familia.  Familia que ya sólo existía en el libro de mismo nombre  y en las hojas de empadronamiento.  La emancipación de hecho superaba cualquier otra disposición legal.

Una planta baja en el mismo casco antiguo, en el arrabal, o incluso en algún lugar de su área metropolitana será su nuevo destino.  Y lo quieren celebrar como un nuevo renacer.  Y ya han puesto fecha límite, su aniversario de boda.  Será como máximo el 25 de noviembre la fecha en que  aquellos progenitores decidan romper toda atadura con sus descendientes, sus cuervos, sus antisociales, sus explotadores.
25 de noviembre, la misma fecha en que otros, llámeseles presuntamente insolidarios, supuestamente chantajistas o sencillamente nacionalistas, inician su recorrido inmobiliario para, en cierta manera, permutar vivienda o simplemente, dejar de satisfacer el alquiler, de abonar la tasa de alcantarillado e incluso  el IVA del papel higiénico.

Al final, todo es cuestión de presupuesto.  Ya lo dice el dicho: Barcelona és bona, quan la bossa sona.

PUBLICADO EL 30 SEPTIEMBRE 2012, EN EL DIARIO MENORCA