Quienes tenemos hijos en edad de creer aún en la magia de los Reyes Magos, por unos días, nos embriagamos de su inocencia y como no, de su ilusión. En las cabalgatas de Reyes aquellos trepidantes corazones, aquellos ojos que parecen salirse de sus órbitas y no digamos aquella atenta escucha a los parlamentos que se dirigen a los congregados, lo resumen todo.
Para los padres, aquellas sensaciones nos retroceden a nuestros años de ensueño, como también nos adentran hacia un futuro esperanzador. Ensueño por cuanto retrocedemos a nuestra niñez, aquel periodo de tiempo en que las preocupaciones no existen y nuestros seres queridos están ahí para velar por nosotros. Esperanzador porque de alguna forma, aquella magia de aquella noche, nos avala que es posible vivir en armonía, en paz, en felicidad. Y lo que nos lo demuestra es cuando aquella plaza abarrotada de niños y mayores, escuchan aquel parlamento regio. Lo escuchan y lo aplauden. Lo aplauden y se lo hacen suyo. Y eso es lo más importante, el contagio.
Este año, la cabalgata de Reyes de Maó, ha ganado enteros. Y esto ya es buen presagio. Y quienes servimos para criticar, también debemos de servir para alabar las proezas y el buen hacer cuando éste se produce. Y este año es justo reconocer el trabajo meritorio realizado de quienes desde cada entorno de su responsabilidad, hicieron posible que aquella cabalgata sea punto de referencia en los próximos años.
Las nuevas carrozas que desfilaron llenaron de luz y colorido todo un espectáculo que en muchas ocasiones anteriores deparaban más oscuridad que claridad. La puntualidad en la llegada de los personajes regios, también hizo que aquella anhelada espera fuera bien soportada por la joven esperanza del mañana. El medio de transporte utilizado para su atraque, inigualable -este año, parecía incluso más majestuoso, más en consonancia con aquel ambiente que les esperaba en el muelle, en las calles, en las casas-. Los parlamentos, necesarios, sencillos, directos y lección para quien quisiera oír y entender.
Los mayores, los abuelos, el estudio, el compartir medios e ilusión, el comportarse adecuadamente, el pensamiento en quienes no pueden celebrar aquella ilusión por culpa de las guerras y de la pobreza; el significado de tener y derrochar. Muchas fueron las palabras que tanto el alcalde como aquellos personajes regios conectaron con los mayores y con los más pequeños del hogar. Muchas fueron las frases que, aún siendo de sobra conocidas, daban la sensación que aquella vez sí que calaban hondo en las mentes y corazones de los allí reunidos. Y allí estábamos todos, niños y mayores.
Palestina, tuvo su referencia. No podía ser de otra forma. Tristes días para un triste episodio. Y digo episodio porque la guerra palestino-israelí es un capítulo más del nunca acabar. Y lo triste es la indiferencia internacional. Pero no la pública, la oficial, sino la real. Es muy fácil condenar a Israel sin hacer nada más. ¿Es lógico que a estas alturas tengamos un Consejo de Seguridad de la ONU con miembros que pueden ejercer el derecho a veto de las decisiones que se tomen en su seno? ¿Dónde está la democracia? ¿Qué entienden por democracia?. Los presentes en la Plaza de la Constitución de Maó, lo entendimos perfectamente. Los niños allí presentes, los que más. ¿Se imaginan poder educar a aquellos cientos de niños sin intoxicaciones políticas? ¿Se imaginan cuál sería nuestro futuro, su futuro?.
Es cierto también que no podemos comparar situaciones ni actitudes. Pero si nadie en su sano juicio puede imaginarse que para terminar con el vil y asesino terrorismo de ETA y sus seguidores, ZP o quien fuera en su momento, lanzara sus tropas a Euskadi bombardeando y aniquilando la población, también es cierto que deberíamos de horrorizarnos cuando Israel invade una zona, minada por terroristas que atenta contra sus intereses, sí, pero también habitada por personas que quieren trabajar en paz, hacer su vida, y ver crecer a sus hijos.
Los israelitas también es cierto que viven aún con el trauma acuestas del exterminio nazi. Viven con los ojos puestos en el enemigo. Y ahora, más que nunca. Pero ni Israel, ni sus aliados, dan muestras de querer solucionar un conflicto que no tiene otra salida que la de ceder por ambas partes. Hasta ahora, esta cesión se ha visto impuesta siempre por imperativo de las armas, ¿por qué no intentarlo con el imperativo de las palabras?.
Y aquellos regios personajes invadieron corazones y mentes. Aquellos presentes apostamos por la ilusión, la paz, la solidaridad. Aquellos regios personajes nos devolvieron a la realidad de nuestros mayores, al respeto y consideración hacia ellos. Aquellos regios personajes nos devolvieron la mirada hacia los que, con crisis o sin ella, su quehacer diario no entiende de festivos, ni vacaciones, ni otros inventos creados para nuestra comodidad. Y aquellos personajes regios, hicieron lo que no consiguen otros estamentos: desde la realidad, tomar consciencia de nuestras limitaciones, y sobre todo, hacernos recapacitar de lo agraciados que somos, en vivir en una civilización, más o menos, civilizada. Tomar conciencia de ello, tendría que ser para muchos, un buen regalo de Reyes.
De ser así, en nuestra próxima carta a los Reyes, ya no pediremos cosas materiales, sino simplemente más cabalgatas, más llegadas de estos regios personajes, más parlamentos llenos de sinceridad.
Para los padres, aquellas sensaciones nos retroceden a nuestros años de ensueño, como también nos adentran hacia un futuro esperanzador. Ensueño por cuanto retrocedemos a nuestra niñez, aquel periodo de tiempo en que las preocupaciones no existen y nuestros seres queridos están ahí para velar por nosotros. Esperanzador porque de alguna forma, aquella magia de aquella noche, nos avala que es posible vivir en armonía, en paz, en felicidad. Y lo que nos lo demuestra es cuando aquella plaza abarrotada de niños y mayores, escuchan aquel parlamento regio. Lo escuchan y lo aplauden. Lo aplauden y se lo hacen suyo. Y eso es lo más importante, el contagio.
Este año, la cabalgata de Reyes de Maó, ha ganado enteros. Y esto ya es buen presagio. Y quienes servimos para criticar, también debemos de servir para alabar las proezas y el buen hacer cuando éste se produce. Y este año es justo reconocer el trabajo meritorio realizado de quienes desde cada entorno de su responsabilidad, hicieron posible que aquella cabalgata sea punto de referencia en los próximos años.
Las nuevas carrozas que desfilaron llenaron de luz y colorido todo un espectáculo que en muchas ocasiones anteriores deparaban más oscuridad que claridad. La puntualidad en la llegada de los personajes regios, también hizo que aquella anhelada espera fuera bien soportada por la joven esperanza del mañana. El medio de transporte utilizado para su atraque, inigualable -este año, parecía incluso más majestuoso, más en consonancia con aquel ambiente que les esperaba en el muelle, en las calles, en las casas-. Los parlamentos, necesarios, sencillos, directos y lección para quien quisiera oír y entender.
Los mayores, los abuelos, el estudio, el compartir medios e ilusión, el comportarse adecuadamente, el pensamiento en quienes no pueden celebrar aquella ilusión por culpa de las guerras y de la pobreza; el significado de tener y derrochar. Muchas fueron las palabras que tanto el alcalde como aquellos personajes regios conectaron con los mayores y con los más pequeños del hogar. Muchas fueron las frases que, aún siendo de sobra conocidas, daban la sensación que aquella vez sí que calaban hondo en las mentes y corazones de los allí reunidos. Y allí estábamos todos, niños y mayores.
Palestina, tuvo su referencia. No podía ser de otra forma. Tristes días para un triste episodio. Y digo episodio porque la guerra palestino-israelí es un capítulo más del nunca acabar. Y lo triste es la indiferencia internacional. Pero no la pública, la oficial, sino la real. Es muy fácil condenar a Israel sin hacer nada más. ¿Es lógico que a estas alturas tengamos un Consejo de Seguridad de la ONU con miembros que pueden ejercer el derecho a veto de las decisiones que se tomen en su seno? ¿Dónde está la democracia? ¿Qué entienden por democracia?. Los presentes en la Plaza de la Constitución de Maó, lo entendimos perfectamente. Los niños allí presentes, los que más. ¿Se imaginan poder educar a aquellos cientos de niños sin intoxicaciones políticas? ¿Se imaginan cuál sería nuestro futuro, su futuro?.
Es cierto también que no podemos comparar situaciones ni actitudes. Pero si nadie en su sano juicio puede imaginarse que para terminar con el vil y asesino terrorismo de ETA y sus seguidores, ZP o quien fuera en su momento, lanzara sus tropas a Euskadi bombardeando y aniquilando la población, también es cierto que deberíamos de horrorizarnos cuando Israel invade una zona, minada por terroristas que atenta contra sus intereses, sí, pero también habitada por personas que quieren trabajar en paz, hacer su vida, y ver crecer a sus hijos.
Los israelitas también es cierto que viven aún con el trauma acuestas del exterminio nazi. Viven con los ojos puestos en el enemigo. Y ahora, más que nunca. Pero ni Israel, ni sus aliados, dan muestras de querer solucionar un conflicto que no tiene otra salida que la de ceder por ambas partes. Hasta ahora, esta cesión se ha visto impuesta siempre por imperativo de las armas, ¿por qué no intentarlo con el imperativo de las palabras?.
Y aquellos regios personajes invadieron corazones y mentes. Aquellos presentes apostamos por la ilusión, la paz, la solidaridad. Aquellos regios personajes nos devolvieron a la realidad de nuestros mayores, al respeto y consideración hacia ellos. Aquellos regios personajes nos devolvieron la mirada hacia los que, con crisis o sin ella, su quehacer diario no entiende de festivos, ni vacaciones, ni otros inventos creados para nuestra comodidad. Y aquellos personajes regios, hicieron lo que no consiguen otros estamentos: desde la realidad, tomar consciencia de nuestras limitaciones, y sobre todo, hacernos recapacitar de lo agraciados que somos, en vivir en una civilización, más o menos, civilizada. Tomar conciencia de ello, tendría que ser para muchos, un buen regalo de Reyes.
De ser así, en nuestra próxima carta a los Reyes, ya no pediremos cosas materiales, sino simplemente más cabalgatas, más llegadas de estos regios personajes, más parlamentos llenos de sinceridad.
PUBLICADO EL 13 ENERO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.