Podemos decir que el verano ya está en la recta final. Podemos decir pues, que es tiempo de balances. Muchas expectativas se trasladaron a este verano. Muchas ilusiones se posponían a estos resultados. Y el otoño, caliente o ventoso climatológicamente hablando, se prevé bochornoso política y socialmente hablando.
Hablar de balance es un algo difícil. Depende sobre todo de las fuentes consultadas. Quienes hemos tenido la suerte de disfrutar del descanso en la playa alternándolo con las idas y venidas al puesto de trabajo, hemos sido privilegiados. Y más aún, cuando este otoño se nos presenta con igual ir y venir.
No tan satisfactorias deben haber sido para quienes las vacaciones habrán sido forzosas y con continuidad. O a los que, el otoño se les presenta como el inicio de unas vacaciones distintas sin fecha de caducidad. O a quienes la incertidumbre pesa aún sobre sus nóminas, sus subsidios y todo el entramado que la sociedad no acaba de disipar por carencia de directrices.
Europa se va recuperando tras haber realizado los deberes, sus reválidas y superado sus traumas y fracasos. España volverá a suspender los exámenes de septiembre porque ya no en verano, sino durante todo el curso, ha sido incapaz de atender las explicaciones, efectuar los deberes, estudiar la lección…. España, sus dirigentes, vamos, se han dedicado todo el tiempo pensando en el fin de semana, en el tiempo de recreo y en las vacaciones de cada trimestre. Durante el resto de horario su atención ha brillado por su ausencia. Bob Esponja, los Simpson, Kuzko, han sido los referentes de quienes pretender esperar que el resto de Europa nos remolque antes de ponernos manos a los remos y guiarnos a nuestro propio destino.
Y como ejemplo no importa saltar el charco. Tenemos la desorganización más patente en el tema turístico. Nos quedamos sin coches de alquiler para prevenir la crisis a la vez que elevamos el coste del mismo para compensar las pérdidas. Denunciamos intrusismos cuando dejamos al turista a pie y sin bicicleta alguna. Denunciamos el temor al todo incluido cuando asfixiamos al comensal. Queremos aprovecharnos de la insularidad por cuando una vez aquí no pueden elegir otros destinos, y no perseveramos en la continuidad del veraneante, como garantía de un futuro prometedor.
Prohibimos, regulamos, protegemos en demasía…. Y esto en todos los sectores. Los foros empiezan a desdecirse de las corrientes políticas. Y lo dicen ya no opinadores sino gente capacitada, gente “sabia” en su materia y no meros apostadores de una utopía. Y los políticos siguen sin querer aceptar que el interés general, a veces no va ligado a sólo el de un sector, y de una sección de un sector. Que tiene que haber sacrificios, sí, pero con miras más lejanas.
Sacrificios regulados, organizados para que lo que se dice un futuro, esté cuando menos planificado, reglamentado y como no, diseñado. Más que mirar el balance actual –al que todos manifestarán negativo- deberíamos mirar el balance a medio y largo alcance. Habría tal vez que sacrificar cabezas políticas, colocar a gente más “enterada” , más metida en según que cuestiones, dejar que los tecnócratas dijeran la suya, y porque no, pasar el testigo a unas nuevas generaciones, sino de edades, al menos de talentos.
Un balance que debe pedir sangre nueva en la cosa pública. En la privada, tal vez lo contrario. Necesitados de experiencia deberíamos retroceder a aquellos personajes que en tiempos iguales o peores relanzaron la industria e hicieron posible su auge. Nos sobran pero los que quieren enriquecerse rápido y a costa de la calidad y de los trabajadores. Nos sobran las medidas públicas que así lo permiten. Nos sobran muchos de estos que saltan a la noticia por el pensamiento de una jornada y un debate de meses.
Y nos falta sobre todo trabajo, mucho trabajo y muchas ganas de trabajar. No me refiero al horario ni a la edad de jubilación que parece estar guiada la política actual. Me refiero al tesón de sentirse uno implicado en su labor, en su parte productiva. La nueva abeja, la Nueva Rumasa, es ejemplo aparente y presunto, de esta característica de antaño. Si a los gobernantes se les complicó aplaudir tal decisión, no debería serles incómodo a los demás llamados empresarios.
Y el balance es negativo, claro, y lo será, hasta que no nos decidamos a trabajar, y sobre todo, saber y querer saber, para qué trabajamos, y a donde queremos llegar. Qué queremos sacrificar y en definitiva, organizar nuestro futuro y el de nuestra isla.
Y eso es todo a lo que podemos aspirar. Decidir por y para nuestra isla. No pensemos atravesar el charco, porque de lo contrario moriremos en el intento. Arreglemos lo nuestro. Los demás, poco o nada harán a nuestro favor.
Hablar de balance es un algo difícil. Depende sobre todo de las fuentes consultadas. Quienes hemos tenido la suerte de disfrutar del descanso en la playa alternándolo con las idas y venidas al puesto de trabajo, hemos sido privilegiados. Y más aún, cuando este otoño se nos presenta con igual ir y venir.
No tan satisfactorias deben haber sido para quienes las vacaciones habrán sido forzosas y con continuidad. O a los que, el otoño se les presenta como el inicio de unas vacaciones distintas sin fecha de caducidad. O a quienes la incertidumbre pesa aún sobre sus nóminas, sus subsidios y todo el entramado que la sociedad no acaba de disipar por carencia de directrices.
Europa se va recuperando tras haber realizado los deberes, sus reválidas y superado sus traumas y fracasos. España volverá a suspender los exámenes de septiembre porque ya no en verano, sino durante todo el curso, ha sido incapaz de atender las explicaciones, efectuar los deberes, estudiar la lección…. España, sus dirigentes, vamos, se han dedicado todo el tiempo pensando en el fin de semana, en el tiempo de recreo y en las vacaciones de cada trimestre. Durante el resto de horario su atención ha brillado por su ausencia. Bob Esponja, los Simpson, Kuzko, han sido los referentes de quienes pretender esperar que el resto de Europa nos remolque antes de ponernos manos a los remos y guiarnos a nuestro propio destino.
Y como ejemplo no importa saltar el charco. Tenemos la desorganización más patente en el tema turístico. Nos quedamos sin coches de alquiler para prevenir la crisis a la vez que elevamos el coste del mismo para compensar las pérdidas. Denunciamos intrusismos cuando dejamos al turista a pie y sin bicicleta alguna. Denunciamos el temor al todo incluido cuando asfixiamos al comensal. Queremos aprovecharnos de la insularidad por cuando una vez aquí no pueden elegir otros destinos, y no perseveramos en la continuidad del veraneante, como garantía de un futuro prometedor.
Prohibimos, regulamos, protegemos en demasía…. Y esto en todos los sectores. Los foros empiezan a desdecirse de las corrientes políticas. Y lo dicen ya no opinadores sino gente capacitada, gente “sabia” en su materia y no meros apostadores de una utopía. Y los políticos siguen sin querer aceptar que el interés general, a veces no va ligado a sólo el de un sector, y de una sección de un sector. Que tiene que haber sacrificios, sí, pero con miras más lejanas.
Sacrificios regulados, organizados para que lo que se dice un futuro, esté cuando menos planificado, reglamentado y como no, diseñado. Más que mirar el balance actual –al que todos manifestarán negativo- deberíamos mirar el balance a medio y largo alcance. Habría tal vez que sacrificar cabezas políticas, colocar a gente más “enterada” , más metida en según que cuestiones, dejar que los tecnócratas dijeran la suya, y porque no, pasar el testigo a unas nuevas generaciones, sino de edades, al menos de talentos.
Un balance que debe pedir sangre nueva en la cosa pública. En la privada, tal vez lo contrario. Necesitados de experiencia deberíamos retroceder a aquellos personajes que en tiempos iguales o peores relanzaron la industria e hicieron posible su auge. Nos sobran pero los que quieren enriquecerse rápido y a costa de la calidad y de los trabajadores. Nos sobran las medidas públicas que así lo permiten. Nos sobran muchos de estos que saltan a la noticia por el pensamiento de una jornada y un debate de meses.
Y nos falta sobre todo trabajo, mucho trabajo y muchas ganas de trabajar. No me refiero al horario ni a la edad de jubilación que parece estar guiada la política actual. Me refiero al tesón de sentirse uno implicado en su labor, en su parte productiva. La nueva abeja, la Nueva Rumasa, es ejemplo aparente y presunto, de esta característica de antaño. Si a los gobernantes se les complicó aplaudir tal decisión, no debería serles incómodo a los demás llamados empresarios.
Y el balance es negativo, claro, y lo será, hasta que no nos decidamos a trabajar, y sobre todo, saber y querer saber, para qué trabajamos, y a donde queremos llegar. Qué queremos sacrificar y en definitiva, organizar nuestro futuro y el de nuestra isla.
Y eso es todo a lo que podemos aspirar. Decidir por y para nuestra isla. No pensemos atravesar el charco, porque de lo contrario moriremos en el intento. Arreglemos lo nuestro. Los demás, poco o nada harán a nuestro favor.
Aunque, eso sí, para ello, deberemos de eliminar tanta quinta columna que habita entre nosotros.
PUBLICADO EL 30 AGOSTO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.