En la playa. Unos niños juegan a la construcción de los típicos castillos y torreones de arena. Unos padres a cobijo de la sombrilla echan de tanto en tanto una ojeada a los mismos. Son catalanes, pero podrían ser de cualquier rincón de esta España nuestra. Aparece un helicóptero en escena. Es de los que se dedican a la extinción de fuegos forestales. La imagen cautiva la imaginación de los pequeños.
.-“De mayor quiero ser bombero de helicóptero” lanza al aire uno de los críos.
.-“Pues yo, quiero ser político, de estos que salen por la televisión y ganan mucho dinero”, ataca otro de los pequeños constructores de torretas y torreones.
El primero, por aquello de no perder la iniciativa que había emprendido justo divisar aquel helicóptero sobrevolando sus cabezas, incide en que él no quiere ser político, porque “para ser político hay que decir muchas mentiras. ¿verdad, papi?”.
Aquella ocurrencia del crío despertó una risa incontrolable de los mayores cobijados del sol, pero a su vez, un “arena trágame” debió sobrevolar las canas incipientes del progenitor del susodicho crío.
El progenitor de marras intentó aclarar el desaguisado aclarando la posición tomada por el crío: “No todos, pero algunos sí, hijo. No todos”. Y el padre salió airoso de aquella contrariedad, eso sí con la complicidad de los demás presentes. ¿Qué hubiera contestado un adulto en una encuesta anónima? Pues lo mismo, o elevado al cubo….. Pero el problema se planteaba otro.
El crío acude a un colegio público y en algún momento, alguien se interesará por su educación politico-social, por llamarla de algún modo. Y no sería políticamente correcto que contestara con tal afirmación en caso de pregunta. Ya se imaginaba que tras ésta, el profesor intentaría reeducarlo con una frase políticamente correcta, a lo que sin duda, el crío replicaría con el consabido “ No es verdad. Mi padre me dijo que los políticos dicen mentiras”, para tal vez añadir, “y mi papá lo sabe todo, todo, todo….” como dice el anuncio.
La anécdota fue motivo de debate entre los progenitores. Mientras, las progenitoras seguían en la faceta de elenas salgados arreglando la economía familiar, que ya es mucho. Ellos, en cambio, se encamisaron el papel de políticos y salió a debate el recién fallado archivo de la causa contra el presidente de Valencia.
Aquellos hombres de a pié no entendían como alguien podía anunciar a los cuatro vientos que estaba muy contento con el presidente del tribunal que conocería del tema, ya que el mismo era muy amigo suyo. Perplejos los dejó, tanto el comentario del presi , como de ser verdad este comentario, la no inhibición del presidente del tribunal. Pero eso no es tan importante como el fallo en sí. Al parecer el fallo viene a decir que, entiende que los trajes no los pagó el presi, pero que no tienen nada que ver con un pago solícito de favores. Pero la mentira está allí. El presi, había mentido en el juzgado, en las Cortes Valencianas, en los medios de comunicación, y donde hiciera falta. Y esto era una verdad, al menos, una verdad jurídica.
Y el crío tenía razón. Los políticos son mentirosos. El padre también podría tenerla. Algunos puede que lo sean. Ahora el juez lo ratificaba.
Entre fallo y noticia, entre sol y sol, aquellos progenitores se apresuraban a buscar soluciones. Lo que positivamente viene a decir “ocuparse y no preocuparse” del problema. De pronto repasaron el abanico nacional de casos y más casos de corrupción, y la cosa estaba chunga. El tema de Palma acababa de saltar a los medios y era el no va más. Necesitábamos una oposición fuerte, pero una oposición con poderes suficientes para el control de todo y de todos.
De todos es sabido que cuando una tendencia política pierde el poder, la nueva formación que toma las riendas del gobierno, destapa todas –o casi todas- las irregularidades habidas y por haber. Así, la alternancia en el poder, sería una solución, un seguro para el contribuyente. Pero ello –la alternancia- no sería ni legítimo ni democrático. Las urnas son quienes tienen que determinar la composición de los gobiernos. Pero a la oposición hay que darles más medios de control. ¿Por qué no obligar que la oposición sea cual fuere su número, fiscalizara el control del gasto público? Así en teoría, o todos mojarían de las ganancias –con el consabido reparto de dividendos- o simplemente se abstendrían de enriquecerse a cuenta del ciudadano.
Es más, restaban importancia a la noticia aparecida por la que el Consell tenía reglamentado el destino de los regalos, dádivas y demás que recibían los cargos públicos en ocasión de sus cargos. Y uno se pregunta qué se entiende como regalo a cargo público, ¿solamente el regalo que se recibe en un acto oficial o protocolario, o aquel regalo que pueda recibir el político de turno, en su domicilio cuando se acerca la Navidad?. ¿Acaso el que se recibe en el domicilio es en razón del cargo, o simplemente lo recibe como persona particular y privada? ¿ cómo averiguar cada caso?.
Y es difícil de creer, por cuanto algunos políticos ya empiezan de hablar de cantidades. Ha aparecido ya la cifra de setenta euros como límite aceptable. ¿Y si son varios de setenta cada uno?. Lo que sí está claro es que la educación es ejemplo. Y lo que si estaba claro es que antes de obligar a una educación para la ciudadanía a unos críos indefensos, mejor empezar por la clase política, alguna de ella, muy “mal educada”, según se desprende de algunas sentencias o fallos judiciales.
Y es que si hay que educar con el ejemplo, mal lo tenemos entonces. Hoy día, o se miente, como en el caso de Valencia, o se equivocan, como suele decir nuestro invicto presidente Rodríguez, Zapatero por más señas. Al menos, la categoría tiene algo que ver en la resolución del caso. ¿Quien miente se queda en la comunidad y quien se equivoca, llega a la Moncloa?
Pensándolo bien, es un aliciente.
Buen ejemplo para las futuras generaciones.
Y eso que aún no está todo dicho, judicialmente hablando, claro.
.-“De mayor quiero ser bombero de helicóptero” lanza al aire uno de los críos.
.-“Pues yo, quiero ser político, de estos que salen por la televisión y ganan mucho dinero”, ataca otro de los pequeños constructores de torretas y torreones.
El primero, por aquello de no perder la iniciativa que había emprendido justo divisar aquel helicóptero sobrevolando sus cabezas, incide en que él no quiere ser político, porque “para ser político hay que decir muchas mentiras. ¿verdad, papi?”.
Aquella ocurrencia del crío despertó una risa incontrolable de los mayores cobijados del sol, pero a su vez, un “arena trágame” debió sobrevolar las canas incipientes del progenitor del susodicho crío.
El progenitor de marras intentó aclarar el desaguisado aclarando la posición tomada por el crío: “No todos, pero algunos sí, hijo. No todos”. Y el padre salió airoso de aquella contrariedad, eso sí con la complicidad de los demás presentes. ¿Qué hubiera contestado un adulto en una encuesta anónima? Pues lo mismo, o elevado al cubo….. Pero el problema se planteaba otro.
El crío acude a un colegio público y en algún momento, alguien se interesará por su educación politico-social, por llamarla de algún modo. Y no sería políticamente correcto que contestara con tal afirmación en caso de pregunta. Ya se imaginaba que tras ésta, el profesor intentaría reeducarlo con una frase políticamente correcta, a lo que sin duda, el crío replicaría con el consabido “ No es verdad. Mi padre me dijo que los políticos dicen mentiras”, para tal vez añadir, “y mi papá lo sabe todo, todo, todo….” como dice el anuncio.
La anécdota fue motivo de debate entre los progenitores. Mientras, las progenitoras seguían en la faceta de elenas salgados arreglando la economía familiar, que ya es mucho. Ellos, en cambio, se encamisaron el papel de políticos y salió a debate el recién fallado archivo de la causa contra el presidente de Valencia.
Aquellos hombres de a pié no entendían como alguien podía anunciar a los cuatro vientos que estaba muy contento con el presidente del tribunal que conocería del tema, ya que el mismo era muy amigo suyo. Perplejos los dejó, tanto el comentario del presi , como de ser verdad este comentario, la no inhibición del presidente del tribunal. Pero eso no es tan importante como el fallo en sí. Al parecer el fallo viene a decir que, entiende que los trajes no los pagó el presi, pero que no tienen nada que ver con un pago solícito de favores. Pero la mentira está allí. El presi, había mentido en el juzgado, en las Cortes Valencianas, en los medios de comunicación, y donde hiciera falta. Y esto era una verdad, al menos, una verdad jurídica.
Y el crío tenía razón. Los políticos son mentirosos. El padre también podría tenerla. Algunos puede que lo sean. Ahora el juez lo ratificaba.
Entre fallo y noticia, entre sol y sol, aquellos progenitores se apresuraban a buscar soluciones. Lo que positivamente viene a decir “ocuparse y no preocuparse” del problema. De pronto repasaron el abanico nacional de casos y más casos de corrupción, y la cosa estaba chunga. El tema de Palma acababa de saltar a los medios y era el no va más. Necesitábamos una oposición fuerte, pero una oposición con poderes suficientes para el control de todo y de todos.
De todos es sabido que cuando una tendencia política pierde el poder, la nueva formación que toma las riendas del gobierno, destapa todas –o casi todas- las irregularidades habidas y por haber. Así, la alternancia en el poder, sería una solución, un seguro para el contribuyente. Pero ello –la alternancia- no sería ni legítimo ni democrático. Las urnas son quienes tienen que determinar la composición de los gobiernos. Pero a la oposición hay que darles más medios de control. ¿Por qué no obligar que la oposición sea cual fuere su número, fiscalizara el control del gasto público? Así en teoría, o todos mojarían de las ganancias –con el consabido reparto de dividendos- o simplemente se abstendrían de enriquecerse a cuenta del ciudadano.
Es más, restaban importancia a la noticia aparecida por la que el Consell tenía reglamentado el destino de los regalos, dádivas y demás que recibían los cargos públicos en ocasión de sus cargos. Y uno se pregunta qué se entiende como regalo a cargo público, ¿solamente el regalo que se recibe en un acto oficial o protocolario, o aquel regalo que pueda recibir el político de turno, en su domicilio cuando se acerca la Navidad?. ¿Acaso el que se recibe en el domicilio es en razón del cargo, o simplemente lo recibe como persona particular y privada? ¿ cómo averiguar cada caso?.
Y es difícil de creer, por cuanto algunos políticos ya empiezan de hablar de cantidades. Ha aparecido ya la cifra de setenta euros como límite aceptable. ¿Y si son varios de setenta cada uno?. Lo que sí está claro es que la educación es ejemplo. Y lo que si estaba claro es que antes de obligar a una educación para la ciudadanía a unos críos indefensos, mejor empezar por la clase política, alguna de ella, muy “mal educada”, según se desprende de algunas sentencias o fallos judiciales.
Y es que si hay que educar con el ejemplo, mal lo tenemos entonces. Hoy día, o se miente, como en el caso de Valencia, o se equivocan, como suele decir nuestro invicto presidente Rodríguez, Zapatero por más señas. Al menos, la categoría tiene algo que ver en la resolución del caso. ¿Quien miente se queda en la comunidad y quien se equivoca, llega a la Moncloa?
Pensándolo bien, es un aliciente.
Buen ejemplo para las futuras generaciones.
Y eso que aún no está todo dicho, judicialmente hablando, claro.
PUBLICADO EL 11 AGOSTO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.