Y no son las Navidades las que están en crisis, no, somos nosotros quienes lo estamos. O nuestras cargas económicas, materiales, añadidas y sobradas. Pero ello no tendría porqué ser obstáculo –y seguro que no lo será- para que estas Navidades no fueran distintas a las de otros años. Es más, puede incluso que a causa de esta crisis, la Navidad sea más auténtica, más acorde al tan cacareado espíritu navideño.
Y es que el consumismo, el negocio, la opulencia y la necesidad sobre todo de aparentar en lo material, en detrimento de otras necesidades más filosóficas, nos ha ido alejando de aquella tradición, de aquella festividad de antaño.
Ha tenido que llegar la crisis para que nos acordáramos de un reconocido Einstein y su parecer sobre la misma. Para Einstein –o eso se dice que él dijo- la crisis no es más que “la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos”. Pero la crisis es universal, y no es la primera vez que ésta –u otra- se pasea por nuestro planeta. Un proverbio Danés también habla de ella cuando dice: “en los tiempos de grandes vientos de cambio, muchos construyen refugios y se meten adentro, otros construyen molinos y se enriquecen”. ¿ A qué nos suena esto? ¿ Y qué debemos hacer nosotros?.¿Qué debemos o qué podemos hacer?
Pues nada y todo. O todo lo contrario. ¿Qué es para nosotros la Navidad?. Según qué creencia profesemos, según en qué ambiente nos hayamos formado, representará más o menos fervor religioso, más o menos festividad, pero independientemente del punto de vista individual de cada uno, muy por seguro que encontraríamos un mínimo común en todos a quienes preguntáramos. Y este mínimo común estaría relacionado con la familia.
¿Y qué es la familia? ¿Estará también en crisis?. Pues no, tal vez el ritmo actual de la sociedad impongan nuevas facetas, nuevos puntos de vista de cómo se relaciona la familia, sus miembros entre sí, su estructura, pero ello no implica -no debería implicar- que la familia, como institución, como necesidad intrínsicamente relacionada con la personalidad del ser humano, esté en crisis.
Y es más, la Navidad es buena excusa para reconducir aquellos conatos que se puedan haberse ido produciendo durante el resto del año. Ahora, cuando la velocidad se aminora, cuando todo se reduce a la preparación de estas semanas “grandes”, es buen momento para recuperar aquellos contactos perdidos, aquellos “olvidos” pseudo-involuntarios.
El típico “vuelve a casa por Navidad” tiene muchos más sentidos que la vuelta del estudiante y del trabajador. Es el regreso al calor, al ambiente familiar, al perdón y sobre todo, al borrón y cuenta nueva.
La Navidad es una nueva luz, un nuevo empezar…. Un partir de cero en el que todos estamos invitados a participar. Ricos y pobres, felices y menos felices, mayores y niños, deberemos estar en línea de salida para, desde el inicio, desde el final, empezar un nuevo año con las mismas condiciones que el vecino. Con diferentes cargas, sí, pero con la misma ilusión, alegría y espíritu de superación.
Y la crisis, esta tan cacareada crisis que nos afecta, que nos desilusiona a todas horas, se la vence con ilusión, esperanza y solidaridad.
Solidaridad con los más necesitados, con quienes más detectan la soledad en estos días de reunión familiar. Con quienes, alejados de sus familias, de su entorno, de sus orígenes, se ven “desterrados” en nuestra siempre estimada roqueta. Pero no pequemos de superioridad, no. Miremos hacia nuestros adentros, hacia nuestro alrededor más próximo. Tal vez estemos nosotros necesitados también de esta solidaridad, y no seamos capaces de detectarlo, de reconocerlo bajo el disfraz de la opulencia.
Y desde la humildad, desde el retorno a las Navidades de antaño, cuando todo era crisis y todo era alegría, estaremos tal vez preparados para ser más solidarios, más humanos si cabe, más nosotros mismos.
Bon Nadal!.
Y es que el consumismo, el negocio, la opulencia y la necesidad sobre todo de aparentar en lo material, en detrimento de otras necesidades más filosóficas, nos ha ido alejando de aquella tradición, de aquella festividad de antaño.
Ha tenido que llegar la crisis para que nos acordáramos de un reconocido Einstein y su parecer sobre la misma. Para Einstein –o eso se dice que él dijo- la crisis no es más que “la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos”. Pero la crisis es universal, y no es la primera vez que ésta –u otra- se pasea por nuestro planeta. Un proverbio Danés también habla de ella cuando dice: “en los tiempos de grandes vientos de cambio, muchos construyen refugios y se meten adentro, otros construyen molinos y se enriquecen”. ¿ A qué nos suena esto? ¿ Y qué debemos hacer nosotros?.¿Qué debemos o qué podemos hacer?
Pues nada y todo. O todo lo contrario. ¿Qué es para nosotros la Navidad?. Según qué creencia profesemos, según en qué ambiente nos hayamos formado, representará más o menos fervor religioso, más o menos festividad, pero independientemente del punto de vista individual de cada uno, muy por seguro que encontraríamos un mínimo común en todos a quienes preguntáramos. Y este mínimo común estaría relacionado con la familia.
¿Y qué es la familia? ¿Estará también en crisis?. Pues no, tal vez el ritmo actual de la sociedad impongan nuevas facetas, nuevos puntos de vista de cómo se relaciona la familia, sus miembros entre sí, su estructura, pero ello no implica -no debería implicar- que la familia, como institución, como necesidad intrínsicamente relacionada con la personalidad del ser humano, esté en crisis.
Y es más, la Navidad es buena excusa para reconducir aquellos conatos que se puedan haberse ido produciendo durante el resto del año. Ahora, cuando la velocidad se aminora, cuando todo se reduce a la preparación de estas semanas “grandes”, es buen momento para recuperar aquellos contactos perdidos, aquellos “olvidos” pseudo-involuntarios.
El típico “vuelve a casa por Navidad” tiene muchos más sentidos que la vuelta del estudiante y del trabajador. Es el regreso al calor, al ambiente familiar, al perdón y sobre todo, al borrón y cuenta nueva.
La Navidad es una nueva luz, un nuevo empezar…. Un partir de cero en el que todos estamos invitados a participar. Ricos y pobres, felices y menos felices, mayores y niños, deberemos estar en línea de salida para, desde el inicio, desde el final, empezar un nuevo año con las mismas condiciones que el vecino. Con diferentes cargas, sí, pero con la misma ilusión, alegría y espíritu de superación.
Y la crisis, esta tan cacareada crisis que nos afecta, que nos desilusiona a todas horas, se la vence con ilusión, esperanza y solidaridad.
Solidaridad con los más necesitados, con quienes más detectan la soledad en estos días de reunión familiar. Con quienes, alejados de sus familias, de su entorno, de sus orígenes, se ven “desterrados” en nuestra siempre estimada roqueta. Pero no pequemos de superioridad, no. Miremos hacia nuestros adentros, hacia nuestro alrededor más próximo. Tal vez estemos nosotros necesitados también de esta solidaridad, y no seamos capaces de detectarlo, de reconocerlo bajo el disfraz de la opulencia.
Y desde la humildad, desde el retorno a las Navidades de antaño, cuando todo era crisis y todo era alegría, estaremos tal vez preparados para ser más solidarios, más humanos si cabe, más nosotros mismos.
Bon Nadal!.
PUBLICADO en el número del mes de DICIEMBRE de 2009 en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONAS MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca