Vivimos en una sociedad llena de prejuicios. Vivimos bajo la esclavitud, la censura, de lo llamado “políticamente correcto”. Vivimos más que bajo la censura, bajo la autocensura, la hipocresía de qué dirán. Palabras, frases, preguntas que pasan a la carpeta de indecorosas. Reprimidas, aniquiladas, son borradas de la transmisión neuronal.
La falsedad disfrazada de hipocresía, la farsa comedida en los poderes públicos, arropados por una legión de intelectos necesitados de instrucción, no hacen más que garantizar, fomentar, la desidia entre sus huestes, sus vasallos, sus súbditos, como muy por seguro les gustaría llamarnos en su intimidad.
Vivimos en una sociedad de desmentidos. Se ha perdido incluso la tipología de las rectificaciones, aclaraciones y demás. Ahora funcionamos con la negación, suplantación de lo dicho. El último que habla, vence. Vence, aunque no convenza. Los galones, las estrellas y los bastones, ya no cuentan, y la anarquía en cuanto a proyecto, camino e idea, es mérito de carrera.
Aminatu Haidar alienta conciencias internas y los enanos le siguen creciendo al Gobierno español. Las debilidades en un momento u otro pasan factura. Y son muchos los impagados que a estas fechas llegan a Moncloa. Está también el asunto de los colaboradores secuestrados, en un segundo término. La pregunta sigue siendo indecorosa. Nos movemos por cuestiones solidarias, sí, pero individuales. El caso de Aminatu Haidar no es de ahora, no. Y sí. Es problema desde el mismo momento que el ejecutivo español ordenó la entrada en territorio español de la misma, expulsada por Marruecos, carente de pasaporte. La jugada le salió rana, al ejecutivo. Como tantas veces que actúa desconocedor de las reglas de juego.
El caso de Aminatu Haidar no es de ahora, no. Es de la España aquella de los finales de los setenta. ¿Qué hubiera pasado, qué pasaría, si Aminatu Haidar hubiera hecho una huelga de hambre, no ya para poder volver a su casa, sino para que el pueblo saharaui fuera independiente? ¿Nadie se ha planteado desde los finales de los setenta el presionar –de verdad, como Haidar, - para que el pueblo saharaui sea independiente? ¿Nadie se ha planteado –a parte de los típicos y recurrentes actos testimoniales- efectuar una presión real al tema planteado?
Y es más. Puestos a pedir, puestos a ser indecorosos….. ¿qué pasaría si los cuatro millones de parados y sus respectivas familias se declararan en huelga de hambre y pidieses, ya no limosna, sino trabajo?
¿Cuál sería nuestra reacción? ¿Y la del Gobierno?. Somos, seguimos siendo, hipócritas. Nos mueve un sentimiento localizado. Haidar, para ella, para su entorno, sí. ¿Y si Haidar, lo hubiera hecho para la independencia de su pueblo?.
Seguimos siendo hipócritas. Lo vemos continuamente. Sabemos que las probabilidades juegan a nuestro favor, de que con el tiempo, Haidar regresará a su país. D Y también sabemos, que los saharauis no conseguirán –al menos a medio o corto plazo- su independencia. Y aquí jugamos fuerte. Con las cartas marcadas, eso sí. Cueste lo que cueste al erario de nuestro país, el retorno de Haidar se hará. En lo otro, sólo nos quedan fórmulas testimoniales.
Podría seguir buscando preguntas sin respuestas, sobre el empleo con nombre alemán, sobre los crucifijos en las escuelas, sobre los desayunos de los lunes y sobre el nuevo código ético de los políticos y las indemnizaciones presupuestadas. Pero estas ya no son preguntas indecorosas, simplemente son “políticamente incorrectas”.
La falta de instrucción en éstas, ya no se aprende en la carretera de Génova. Ni en la Mola.
La falsedad disfrazada de hipocresía, la farsa comedida en los poderes públicos, arropados por una legión de intelectos necesitados de instrucción, no hacen más que garantizar, fomentar, la desidia entre sus huestes, sus vasallos, sus súbditos, como muy por seguro les gustaría llamarnos en su intimidad.
Vivimos en una sociedad de desmentidos. Se ha perdido incluso la tipología de las rectificaciones, aclaraciones y demás. Ahora funcionamos con la negación, suplantación de lo dicho. El último que habla, vence. Vence, aunque no convenza. Los galones, las estrellas y los bastones, ya no cuentan, y la anarquía en cuanto a proyecto, camino e idea, es mérito de carrera.
Aminatu Haidar alienta conciencias internas y los enanos le siguen creciendo al Gobierno español. Las debilidades en un momento u otro pasan factura. Y son muchos los impagados que a estas fechas llegan a Moncloa. Está también el asunto de los colaboradores secuestrados, en un segundo término. La pregunta sigue siendo indecorosa. Nos movemos por cuestiones solidarias, sí, pero individuales. El caso de Aminatu Haidar no es de ahora, no. Y sí. Es problema desde el mismo momento que el ejecutivo español ordenó la entrada en territorio español de la misma, expulsada por Marruecos, carente de pasaporte. La jugada le salió rana, al ejecutivo. Como tantas veces que actúa desconocedor de las reglas de juego.
El caso de Aminatu Haidar no es de ahora, no. Es de la España aquella de los finales de los setenta. ¿Qué hubiera pasado, qué pasaría, si Aminatu Haidar hubiera hecho una huelga de hambre, no ya para poder volver a su casa, sino para que el pueblo saharaui fuera independiente? ¿Nadie se ha planteado desde los finales de los setenta el presionar –de verdad, como Haidar, - para que el pueblo saharaui sea independiente? ¿Nadie se ha planteado –a parte de los típicos y recurrentes actos testimoniales- efectuar una presión real al tema planteado?
Y es más. Puestos a pedir, puestos a ser indecorosos….. ¿qué pasaría si los cuatro millones de parados y sus respectivas familias se declararan en huelga de hambre y pidieses, ya no limosna, sino trabajo?
¿Cuál sería nuestra reacción? ¿Y la del Gobierno?. Somos, seguimos siendo, hipócritas. Nos mueve un sentimiento localizado. Haidar, para ella, para su entorno, sí. ¿Y si Haidar, lo hubiera hecho para la independencia de su pueblo?.
Seguimos siendo hipócritas. Lo vemos continuamente. Sabemos que las probabilidades juegan a nuestro favor, de que con el tiempo, Haidar regresará a su país. D Y también sabemos, que los saharauis no conseguirán –al menos a medio o corto plazo- su independencia. Y aquí jugamos fuerte. Con las cartas marcadas, eso sí. Cueste lo que cueste al erario de nuestro país, el retorno de Haidar se hará. En lo otro, sólo nos quedan fórmulas testimoniales.
Podría seguir buscando preguntas sin respuestas, sobre el empleo con nombre alemán, sobre los crucifijos en las escuelas, sobre los desayunos de los lunes y sobre el nuevo código ético de los políticos y las indemnizaciones presupuestadas. Pero estas ya no son preguntas indecorosas, simplemente son “políticamente incorrectas”.
La falta de instrucción en éstas, ya no se aprende en la carretera de Génova. Ni en la Mola.
PUBLICADO EL 12 DICIEMBRE 2009, EN EL DIARIO MENORCA.