Creé el archivo de Word con el título del escrito de hoy a las pocas fechas de que Artur Mas conquistara el muy honorable cargo que ostenta. La causa fue un comentario suyo relativo a que no pensaba viajar en clase económica ya que a él le correspondía viajar en primera clase. Una vez empezado el escrito, me propuse ser benevolente y darle un tiempo de enmienda.
Mi benevolencia vino también influenciada por una memoria histórica de veintitantos años atrás. Una respuesta dada por un político menorquín de que él no hacía cola para entrar en un evento cultural, dejó huella en el recuerdo que ni el famoso alemán es capaz de borrar entre tanto surco.
Pero la benevolencia tiene un límite, y si se refiere a este espécimen grupal, más que más. Y la noticia ha saltado ahora con que los eurodiputados, estos políticos jubilados del activo y con los emolumentos mejor pagados de la especie, se niegan a usar cinturón y prefieren seguir viajando en primerísima clase. Y tanto de unos como de otros. Aunque eso sí, los que siempre yerran, ya sea contando pasajeros de un autobús que casi no circula, o simplemente contando usuarios de kayak, dicen que también han errado ahora. Y siguen cobrando. Y siguen viajando.
Y como éstas, muchos engaños ha habido …. y seguirá habiendo. Cien euros por mes trabajado también es un error, como lo fue aquella invitación de féminas, o la inauguración de una segunda prueba de amarre portuario. ¿Por qué no inauguran la cárcel con tanto aspirante suelto?.
Podría seguir enunciando contras y contras y la lista sería interminable. Podría declararme objetor de correspondencia partidista, y muy por seguro que los partidos políticos seguirían recibiendo mi contribución pasiva por estar inscrito en el censo electoral. Y no contento con ello, que al momento mismo de introducir el sobre con mi voto en la urna, unos céntimos de euro ya van directamente al bolsillo del partido elegido. Y no digamos cuando su señoría, éste que viaja en primera y no se aprieta cinturón alguno, adquiere el acta. En aquel momento, son muchos los euros que desaparecen de nuestra cuenta bancaria. Eurodiputados, diputados, senadores, diputados provinciales, consejeros y cabildos insulares, regidores…..y la lista sigue.
Y el ex – invicto ya ha hablado. Rompe la incertidumbre para anunciar que no se presentará a la reelección. Uno ya no sabe si por coherencia a lo mal actuado o por frenar el descalabro electoral. Lo que si está claro que de dimitir no dimite. También es cierto que como le ocurrió aquella vez a Bono que pidió consejo a su hija, esta vez ha sido el banquero quien le ha aconsejado-pedido que no se marche. Y no se marcha. Resiste, se resiste a abandonar los privilegios de vender, comprar y regalar lo que quiera de esta nación que ya no sabe si es norte o sur, si este u oeste. Y no miente, sólo yerra.
Y la duda aparece en las primeras instituciones del Estado. Los jueces vuelven a estar divididos y lo dan a conocer. Votos particulares que se hacen públicos y repúblicos. Otros que acusan a compañeros de injustos y recursos que llegan hasta la decisión europea. Faisanes que volotean con sospechas de beneplácitos y amenazas a falta de patriotismo al desvelar acciones presuntamente no lícitas. Amago de rebeldía de cierta Comunidad autónoma hacia los jueces y nuevas denuncias de presuntos nepotismos en los caciques del sur. Y de aquí no salen los noticieros.
Acallada queda la incertidumbre sobre el problema nuclear del Japón y la posible transmisión aire-mar de tanto yodo suelto. Nadie habla de los problemas de las aves y del pescado. Ni de las hortalizas ni otros productos de aquellos lares. Nadie habla de precaución. Nadie habla del peligro. Sube el tipo de interés y es señal de que la economía funciona. Pagan cien euros mensuales y significa ocho parados dados de baja en la larga lista de los cinco millones.
Y siguen siendo los primeros de su clase. Y siguen viajando en primera clase. Y siguen cobrando, comiendo y hablando a nuestra costa. Atacamos a Gadafi y nos olvidamos de Costa de Marfil. ¿Otro error?.
El error fue anterior. Años atrás. Y los errores se pagan. Los pagamos. Los nuestros y los de los otros.
PUBLICADO EL 9 ABRIL 2011, EN EL DIARIO MENORCA.