DÍA DEL LIBRO Y DE LA ……..



Una vez pasada ya la fecha, comprado el libro, rehusada la rosa, y leído el graffiti, no me queda otro remedio que alzar la voz escrita y decir un ¡basta ya!, bien fuerte aunque lo escriba en minúsculas. Y no es para menos. Es para mucho más.
Ahora resulta que ni coincidieron en fecha los fallecimientos de Miguel de Cervantes y Shakespeare –por aquello de los años julianos y gregorianos- ni tampoco fue el veintitrés sino el veintidós el día del óbito de nuestro insigne escritor. Pero eso es lo de menos. La fiesta del libro, que mira por donde, lo hacen coincidir con la festividad de Sant Jordi, es una buena noticia. Una buena noticia, una excusa y un buen presagio. Al menos, es una forma de acercar el libro a la gente, a los niños, y a la familia en sí.

Y si esta fiesta va acompañada con un descuento de un diez por ciento, mejor que mejor. También es verdad que en las paradas, la gente compra más compulsivamente que otra cosa. El estrés que se vive en aquellas calles colapsadas de paseantes-compradores-miradores hace difícil elegir un libro si no se va con la idea ya preconcebida. Además, el abanico de títulos es limitado y sólo los últimos libros publicados y las ofertas de los que no se venden ni a la de tres, suelen ser los títulos que el librero traslada a las paradas. Y bien está.

Desde hace ya algunos –bastantes- años, la rosa se ha unido al libro. Y de forma descarada. Descarada y machista, diría pese a quien pese. La propaganda nos vende que al hombre se le regala un libro y a la mujer, una rosa. ¿Qué se pretende con tal mensaje? ¿Acaso a la mujer no se le puede regalar un libro? ¿Acaso el libro, la cultura, es coto privado para la mujer? ¿O simplemente me acallarán diciendo que como quien no lee es el hombre, por eso se le regala el libro?

Y al menos, la festividad del libro, de las letras, de la cultura, como quiera llamársele, fomenta la lectura con una rebaja en el precio. Pero la rosa, no. La rosa no celebra su festividad. La festividad la celebran las floristerías que venden, por aquello de la fecha, la demanda y la ocasión, el mismo producto un doscientos o más por ciento más caro que en las fechas anteriores o posteriores. ¿Será por la banderita añadida o simplemente por la necesidad de ser galantes con la persona que comparte tu vida?.

La crisis es buena excusa y ocasión para volvernos un poco más insumisos. Podemos declararnos contrarios a la guerra, ya no por ideas, sino por el alto precio de los presupuestos dedicados a estos menesteres; podemos declararnos contrarios al gasto superfluo de un sobre coste añadido, por una rosa que al cabo de unos días, volveremos a encontrarla a mejor precio, y tanta o más calidad. Incluso podemos declararnos insumisos televisivos cuando aparecen en pantalla personas que, por estudios o incluso por modales, poco o ningún negocio haría en la vida cotidiana.

Y ya no se si fue por aquello del graffiti que propugna por la Esteban antes que por la cultura, si fue por lo del apodo de la princesa del pueblo –que por cierto, nadie me ha pedido mi opinión- o simplemente por los libros que ahora, treinta años después, sin tantos tapujos ya hablan de aquellas verdades a voces sobre quienes estaban al tanto del 23 F, me he vuelto insumiso para con la monarquía. Y por el mismo motivo, para con los socialistas –y no por la espina de la rosa-. Y para con los…..

Al final, con tanta insumisión, uno se queda sólo, con el libro en la mano, sin saber si en el mismo se vierte verdad, un plagio, una fantasía o una media mentira. Y eso, al fin y al cabo, es libertad.
Libertad porque la libertad es eso: elección, trabajo, necesidad de búsqueda y cuando se alcanza, cuando se duda, cuando se cree, se debe compartir. De lo contrario ya no es libertad. Es egoísmo y….no es cultura.

abril 2011