APEARSE DEL CARRO

Ortega y Gasset se equivocó.  Así de claro lo digo.  O al menos, se equivocó de tiempo.  O simplemente  ni son todos los que están, ni están todos los que son.   Y por eso mismo entiendo –y puedo compartir-  que algunos se apeen del carro, que muy por seguro ni es el de uno, ni va en el mismo camino.

Tal vez sea el tiempo frio que nos ha llegado de repente, tal vez son las fechas que te traen nostalgia, tal vez es que tu cuerpo –y tu mente- están heridos y lo único que buscan es una vía de escape, un “basta ya” silencioso, y apearte de aquel carro con el que con tanta ilusión te subiste en su momento, y que ahora no lo reconoces como tuyo.

El “yo y mi circunstancia” se han transformado en el “yo y las circunstancias de los demás”. Son otros tiempos. Ahora el que se queda inmóvil ya no sale en la foto.  La foto es para quien busca el encuadre, para quien se mueve en la formación y aparece con el guiño pícaro de la victoria. 

Son otros tiempos, sí.  Otra generación.  Otras formas.  Muchas veces te has visto ninguneado, engañado, manipulado…,  de tanto en tanto –y de uno en uno-, eso sí.  Como un recordatorio que marcaba territorio, que definía límites y ponía a cada cual en su sitio.  Cuando estos tres calificativos se unen en tiempo y lugar, las alarmas se disparan.

Se te disparan.   Recuerdas lo frágiles que somos y conocedor que ni eres  Puigdemont y  que tampoco te ofrecerán una plaza en el Senado, donde pasar un retiro dorado,  preparas la huida legal, la silenciosa que sólo busca el olvido, como la de aquellos viejos elefantes que se separan de la manada, para encontrar su paz interior, su espera, su llamada.

Aquellas circunstancias ajenas –ya no de Gasset, sino las tuyas- las identificas como debilidades. Y no tuyas, precisamente. Y aciertas.  Das virtualmente en la diana, pero rehúsas de toda lucha real.  No es tu generación, no es tu lucha ya.  La tuya hace ya tiempo la perdiste. Y te apearon a la fuerza. Y  la vida te pasó factura.  La “crisis” de Einstein te benefició, eso sí. Eras más joven, más inconsciente, tal vez. La rebeldía te abrió unas puertas y te cerró otras.  Y al final, el saldo aparece en positivo, lo admites.

Quieres  y necesitas sentirte libre de nuevo. Quieres seguir siendo dueño de tus puntos.  Y de tus comas, por supuesto. Pasas de sujetos y predicados.  Y ahora eres tú quien necesita apearse, tomar la iniciativa.  Dar el salto en la primera esquina  y dejar que el carro siga con su camino.

Necesitas, simplemente, nacer de nuevo.



PUBLICADO EL 14 DE DICIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.

PIENSA EL LADRÓN…

Que todos son de su condición.  Así dice el refrán. Y así lo comprobamos continuamente.  Lo último, las declaraciones de los independentistas catalanes que ya empiezan su campaña para el 21D.  Dicen que temen un pucherazo. Y uno piensa, cómo se debe hacer un pucherazo si hay apoderados de todos los partidos en cada uno de las mesas electorales, si los miembros de la mesa son elegidos por sorteo, si las listas de electores están circunscritas a cada distrito….

Uno ya cree que estos mal llamados demócratas catalanes, tienen un lío mental en cuanto a historia se refiere.  Y es normal que así ocurra con sólo echar un vistazo a sus libros de texto. Si desde pequeños les enseñan –y los más listos aprenden-  que ellos son el centro del Universo, difícilmente cambiarán de posicionamiento cuando se vuelvan mayores. 

Tampoco hay que negar las evidencias.  Y es que en España hemos tenido dos ejemplos claros de pucherazo en democracia.  Uno llegó a consumarse y el otro quedó en tentativa. El primero, lo dieron los populistas del 36, cuando el Frente Popular “ganó” las elecciones con unos cincuenta escaños más de los que obtuvieron realmente  y nos llevó a la guerra civil.  En el segundo de los casos, la tentativa la vimos en directo el pasado primero de octubre, cuando algunas de las urnas opacas  se abrieron por el camino hacia las mesas y de ellas salieron centenares de votos afirmativos. 

También vimos este mismo primero de octubre, gente que emitió su voto en varios colegios, niños que también votaban, urnas en la calle y gente sin control alguno que introducían sobres en ellas.  Recuento efectuado por voluntarios sin garantía alguna de imparcialidad con dicho recuento. Vamos, que democracia tal como dicta la RAE, nada de nada.

Y si los catalanes lo que quieren es seguir los dictados del dictador Franco –muchas semejanzas parecen tener algunos con el dictador-  tengan en cuenta que incluso en el referéndum de noviembre del sesenta y seis, se tuvieron que falsear los datos y rebajar del noventa y ocho por ciento de votos afirmativos al noventa y cinco, para disimular el pucherazo, y también rebajar el número de electores, porque de lo contrario también hubieran votado más gente que la que  estaba censada.  Vamos, como el 1-O, pero cincuenta años antes, y siendo oficialmente y sin tapujos, una dictadura.


No hay más ciego que el que no quiere ver, dice el refrán. Y uno ya duda si es que algunos no quieren ver, o  es que estos “craks”  piensan que el resto somos tontos.


PUBLICADO EL 7 DE DICIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO  MENORCA.

EL CONTROL DEL TIEMPO

Dice el refranero que el “tiempo es oro”. Y así, bajo su imperativo, aceleramos nuestras carreras para no dejar de aprovecharlo. Sabemos que es limitado y breve, y que cada momento resta de la incógnita que nos queda. Habrá momentos en que desearemos que éste pase rápido y no vuelva la mirada atrás. Otras, por el contrario, intentaremos ralentizar su marcha para que aquella huida siempre hacia adelante nos parezca menos traumática.


José Luis Sampedro nos dirá que “el tiempo no es oro, el tiempo es vida”. Y esta vida es la que, parafraseándolo, nos permite apearnos mientras pasa su rio humanidad, contemplándolo pasar con todo su bagaje de historia y sabiduría.


Vivirlo intensamente y saborearlo mientras se vive, no el tiempo, sino la vida, las sensaciones, los momentos. ¿Cómo saborearlo si vivimos a golpe de tragos? El reloj, el calendario, las semanas, los meses, los años, todo nuestro alrededor funciona a golpe de tiempo. Tiempo ya restado, y tiempo futurible. Los fines de semana se esparcen, las vacaciones se devoran, los días, aquellos tormentosos días, continúan.


Por un momento, me imagino una sociedad en la que no se hubiera inventado ni las horas, ni las semanas, ni los años. Me imagino –intento imaginarme, más bien- una vida sin estar pendientes del reloj ni del calendario. Me imagino una vida continua, desconocedora de edades, de fechas, de puntos de referencias.


Una sociedad en la que uno trabaje porque tiene que mantenerse y que descanse porque sus tareas se lo permiten. Una sociedad en la que uno ni cumpla años ni celebre festividades. Que envejezca porque su cuerpo se deteriora y que la vida sea simplemente, un suma y sigue. Sería una vuelta atrás, sin duda. Muy atrás.


Que los tiempos los marquen la llegada de las lluvias y el florecimiento de los almendros. Que el día sea más largo y más corto dependiendo del clima y de la estación, y que durmamos y despertemos según nuestras necesidades y el dictamen de la madre naturaleza.


Sin duda, habría que resetear muchas mentes, muchas sociedades. Me imagino a los condenados esperando al quinto florecimiento de aquel almendro sembrado en la plaza del pueblo para poder salir en libertad; la espera del canto del gallo y la autosuficiencia de cada individuo.


Y continuando en la orilla, me imagino a unos clamando por la eliminación de impuestos, otros por el requiso de los productos, y otros, por qué no, por la fabricación del estado.


Y nuestra vida, volvería a depender del tiempo del reloj.


PUBLICADO EL 30 DE NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.

DECENCIA LINGÜÍSTICA

Aunque la memoria ya empieza a fallarme hay recuerdos que, aunque borrosos, perduran en mi mente.  Estos días, reseteando parte de mi cerebro, me han venido recuerdos  de mi infancia, sobre todo  de cuando mis abuelos paternos mantenían amistad con una familia barcelonesa.  No me acuerdo muy bien del origen de aquella amistad, aunque sí que de aquella familia, los tíos ya mayores  vivían en Mahón y eran sus sobrinos quienes los visitaban y pasaban ciertas temporadas en nuestra ciudad.  Era gente muy educada, servicial y religiosa.  Me acuerdo de las visitas, más que protocolarias, de sincera  amistad, que se intercambiaban regularmente.  

De aquellos tiempos me ha quedado una sensación –por defecto, como diríamos en términos informáticos- de identificar a la persona catalana con aquella tonalidad propia de su habla.  Para aquel niño que asistía a aquellos encuentros familiares, el catalán –no el idioma, sino el ciudadano-  trasmitía  tranquilidad, dulzura, educación…, y sólo con su –para nosotros- peculiar habla.

Te haces mayor y la vida va poniéndote en contacto con otros catalanes –compañeros de instituto, compañeros de aficiones- y te encuentras con personas que te transmiten –con sus hechos y también con su peculiar habla- la misma sensación percibida en tu infancia: tranquilidad, dulzura, educación…

También puede haber ocurrido  que en algún momento de tu vida –cincuenta y tantos años ya dan para algunas batallitas-,  que alguna oveja negra “made in catalonia” se te haya cruzado en tu camino y te haya intentado perjudicar.  Pero de ovejas negras, las hay por doquier.  Catalanas sí, pero también andaluzas, castellanas, mallorquinas… Y  si me apuran, incluso menorquinas. Pero eso es lo de menos.

Ahora,  escuchas los medios de comunicación y notas a faltar aquella peculiaridad en el habla catalán.  El habla de los entrevistados no transmite aquella dulzura, aquella tranquilidad.  Notas una agresividad, una altanería, una superioridad en el habla, que temes se ejecute en hechos.

Te das cuenta que el adoctrinamiento del que se reniega oficialmente, pero que se palpa en las sensaciones, usa esta nueva modalidad de tono en el habla.  Un tono al que le falta decencia, y le sobra prepotencia.  Y engaño sistemático. Y adoctrinamiento incisivo.


Si  después del 1-O ya me propuse no pisar tierra catalana por motivos de seguridad, ahora  añadiré el de la decencia lingüística y la vergüenza ajena, hechos éstos  que algunos pasajeros al parecer no respetan. Ni usan.

PUBLICADO EL 23 DE NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.

BROMA DE MENTIRIJILLA

Ya vamos por el capítulo enésimo quinto, por decir algo.  Y es que el tema no se acaba, ni se acabará  pasado el 21D, por seguro.  La última charlotada del proceso constituyente -como dirían los extremistas- ha sido el renuncio con que los miembros de la mesa del parlamento catalán han entonado para librarse de la cárcel.

Si nos fijamos bien, esta charlotada catalana está diferenciada en tres estamentos.  Los “Jordis”, los primeros en entrar en prisión y que pertenecen al estamento más bajo, al populacho;  el gobierno con su presidente, vicepresidente y sus consejeros, quienes  tuvieron la opción de huir o de entrar en prisión; y por último los miembros de la mesa del parlamento catalán que han eludido quedar  en prisión. 

De  menor a mayor,  o al revés. Desde el sofá, batín y anacardos al lado, la sensación es que cuanto más culpa tiene uno, menos te la exigen.  Y no es así. Y no  todo lo contrario.  Cuanto más inteligente y listo es uno, mejor parado  sale.  Negar la independencia fue lo más sensato, inteligente y astuto que se pudiera declarar en sede judicial.  Otra cosa es lo que hicieran, quisieran y dijeran en el hemiciclo.

Lo uno, lo juzga el pueblo.  Lo otro, unos jueces.  Y el pueblo  hoy juzga blanco y mañana negro.  Los jueces, depende.  Carlos Marx decía que la religión era el opio del pueblo.  Y no le faltaba razón.  Hoy en día, seguramente añadiría en su Capital, que también son opio el fútbol, la política, el fanatismo, los nacionalismos…

Hoy, otro Carlos, Puigdemont para más señas, vive en su Nuevo Mundo,  que nada tiene que ver con el de Dvorak.  El suyo, no aglutina sino que divide y separa.  Y peor aún, excluye.  Y es más, en su exilio en Bélgica sólo ha obtenido el respaldo del líder eurófobo y de la extrema derecha del UKIP, Nigel Farage.  Para que luego vayan los secesionistas catalanes llamando fachas a los españoles.  Si los fachas son quienes les apoyan a ellos.

Si fuera catalán y además, secesionista, dudaría con qué versión quedarme.  Si de verdad Forcadell y sus compañeros de mesa apoyaban la independencia, o simplemente era una broma, vamos.  Una  declaración de mentirijilla. Aunque quede la duda  en qué declaración puso la mentirijilla.


Y de Carlos de Bélgica ¿Un cobarde? ¿Un traidor a la causa?  ¿Un botifler, como dirán los catalanes secesionistas?  Pero ellos, los secesionistas, lo tienen claro.  Siguen respaldando a sus  líderes renegados.  Tal vez, porque saben que la mentirijilla, no fue en su parlamento, sino en otra sede. 


PUBLICADO EL 16 DE NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.

NOMBRES PROPIOS

Muchos  años, muchos gobiernos, muchas omisiones y  muchísimos pactos y silencios, están tras el proceso de desconexión.  Cada chantaje tenía su cheque presupuestario y su bajada de pantalones con aumento de competencias. A su vez, la fábrica no paraba la producción independentista.  Sólo se reconocía un aplazamiento, previo pago. Una prostitución, etimológicamente hablando, claro.

Y se trunca en un momento dado.  Los intereses propios de Mas, de los Pujols y la madre superiora,  la crisis interna, el 3 %, la crisis económica, quien sabe.  O un compendio de todas.  O el personalismo.  O las mentiras que nadie ha desmentido.  Lo cierto es que la CUP, impulsora esta vez del proceso, se ha salido con la suya.  Al más puro estilo de los podemitas, los antisistema han aprovechado el sistema para su autodestrucción. 

Puigdemont  huye como una rata para no entrar en prisión.  O para no quedar como un traidor ante los antisistema.  O para resurgir de sus cenizas.  Sólo él lo sabe. O su trato con truco, no cumplido. 

Y los que se quedan pagan el pato y otros, hacen el ganso.  Y tanto me da. No me preocupa lo más mínimo lo que les pueda ocurrir.  Tampoco a ellos les preocuparía lo que a mí  me ocurriera.  Es más, pienso que todos saldrán beneficiados del embolado. Todos, menos los otros.

El proceso tiene nombres propios, sí. Y también intereses y sentimientos.  Los intereses los manejan la clase dirigente.  Los sentimientos, el pueblo llano, que con cacerola en mano, lo único a que llega es a quedarse sin batería y  sin  cucharón con qué repartir el potaje.

Y me preocupa la no testosterona de la que hace mención la presidenta balear siempre acompañada de otros.  Me preocupa  la comparsa, los interesados, vamos.  Suerte tenemos que, de momento, en Baleares nos falta sentimiento.  Y bien estamos. Ni lo uno ni lo otro.  Mientras no tengamos claro si somos menorquines, mahoneses o balears, tendremos la batalla ganada. O por lo menos, no la tendremos perdida.

Lo preocupante será cuando los iluminados quieran meternos en el sentimiento catalán.  Allí se habrá terminado nuestra independencia, nuestra personalidad, nuestra idiosincrasia.  Hace décadas que se nos intenta inculcar un sentimiento inexistente.  Y nuestra doble o triple insularidad, siempre  nos protege del contagio.  Nuestra insularidad, nos hace más nuestros, más nada, menos todo.

Mientras sigamos siendo impersonales, tendremos mayor personalidad.  Y más libres.


Por una vez, menos es más.  Y con acento propio.

PUBLICADO EL 9 DE NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA. 

LA PAELLA DE LA CUP

Mis limitaciones intelectuales me han dificultado el encontrar un título con que resumir lo acaecido en el último pleno del Parlament catalán. Creo que lo más próximo a que llegué en los prolegómenos fue a un “parto hallowiano”, pero no dejaba de ser un título algo terrorífico, muy alejado de la ironía sana con que intento convivir habitualmente.


La paella se me apareció escuchando las noticias radiofónicas. La CUP decía que no participaría en las elecciones autonómicas de diciembre, y que aquel jueves estarían comiendo una paella. Pues muy bien, y por qué no una fabada, se pregunta uno.


La criatura, por aquello del “parto hallowiano”, nació sin madre. O al menos, la visión de aquella criatura pasada de mano en mano, como si de algo apestoso se tratara, lo hacía expósito. El padre, vigilante con el mando a distancia en mano, permanecía siempre en segundo plano.


Por un momento, no hubo stock de pañales de adultos en las farmacias de Cataluña. Tras el rechazo de Oriol Junqueras de aceptar la presidencia de la Generalitat que le ofrecía Puigdemont, éste tuvo que recurrir de nuevo a su arte de birlibirloque, que tanto le ha acompañado durante su etapa en la Generalitat. Y la suerte, esta vez recayó en la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Una suerte, también hallowiana.


Tonto el último, parecían gritar los diputados autonómicos mientras ejercían su derecho a introducir aquellas papeletas secretas, ahora sí, en una urna transparente. Sólo los podemitas enseñaban su voto negativo posiblemente para despejar cualquier duda judicial. Los demás, amparados en el voto secreto, intentaban burlar su gastroenteritis, con una sonrisa forzada. Y poco más.


Unos cuarenta y poco más, se alegraron por aquí. Unos diecisiete mil –según la Guardia Urbana- por allá. Los demás, ni en el velatorio estaban, ni se les esperaba. Como en el 23-F, en que aquellos tanques dieron el paseíllo y retornaron a sus cuarteles. En esta ocasión, la criatura de aquel embarazo antinatura, nació ya muerta.


Lo positivo de todo lo vivido es que la democracia está viva. Vivita y coleando. Que la Constitución, esta ley tan ambigua y tan moldeable, la hicieron unos políticos muy preparados jurídica e intelectualmente, con sentido de Estado, y que a pesar de los años transcurridos, es capaz de defenderse por sí sola.


Sóla, pero acompañada del sentido de Estado del PP, PSOE, Ciudadanos y otros. Ellos, junto con el Rey, han vuelto a salvar a España de este nuevo golpe de estado.

PUBLICADO EL 2 NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.