EL CUERPO NACIONAL DE ASESORES (C. N. A.)

Por principios no hago ni haré escrito alguno por encargo , pero otra cosa es que no me deje influenciar por algún comentario, que más que influencia suele acabar siendo una fuente de información o simplemente de inspiración. Marga hace tiempo que me viene “provocando” para que escriba sobre los abusos desde el poder. Mi contestación siempre suele ser la misma: los abusos desde el poder, suelen ser inherentes ya no al cargo, sino a la persona y a las circunstancias de quienes rodean a aquella persona.

El pasado miércoles, Marga volvió a llamarme la atención. ¿Por qué no escribes sobre las jubilaciones, sobre las trabas que se nos imponen a los trabajadores para conseguirla y lo fácil que lo tienen algunos políticos para cobrar pensiones vitalicias y de gran cuantía?. Mi contestación rondó sobre los mismos argumentos de siempre: que si esto lo sabe todo el mundo, pero nadie es capaz de limitarlo; que si nosotros fuéramos políticos haríamos igual; que si eso o aquello…., en fin contestaciones a las que ya nos hemos acostumbrados a decir y escuchar, pero que en el fondo, no hacen más que corroborar la pasividad en la que nos han convertido primeramente a la clase obrera y en segundo lugar, a la clase votante.

No caeré en la salida fácil del indignado programado. Pero si que es cierto que algo hay que movilizar en nuestras conciencias para dar un cambio de timón a esta nave que va con un rumbo sino equivocado, al menos incorrecto. Marga hizo de recordatorio y la noticia publicada aquel miércoles, hizo el resto.
El nombramiento de asesores casi siempre crea polémica. Y no digamos cuando la cifra alcanza los siempre presuntos ochocientos asesores de Zapatero. Pero hay muchos tipos y clases de asesores. La información debe ser crucial para que el pueblo llano entienda la necesidad de tal o cual medida, de tal o cual nombramiento. Es el dicho de siempre, con lo de la mujer del César.

No es de recibo que unos días antes se anuncie el despido de unos ochocientos empleados de empresas públicas y a las pocas fechas se anuncie una contratación de dos cargos de confianza. Tal vez, algunos de aquellos ochocientos empleados de empresas públicas lo fueron en su día por amiguismo, tal vez. Tal vez, aquellas plantillas fueron exageradas. Tal vez, sí que aquellas empresas son innecesarias. Y muy por seguro que la toma de una decisión de tal coste político, es porque no queda otro remedio que reordenar el sector público y poner unas bases y unos pilares para construir el nuevo edificio de la administración. Y muy por seguro que así es.

Pero lo uno, no implica lo otro. La mayoría vería con buenos ojos que para llevar a cabo una gestión determinada dentro de la administración, se necesite de rodearse de gente experta en tal o cual cometido para asesorar al político de turno en la toma de decisiones. Y eso pocos serían quienes podrían rebatirlo.

Un doctorado en tal o cual especialidad académica, un experto de renombre que haya trabajado en tal o cual empresa privada –y que no haya ido a la quiebra- o incluso el vecino del cuarto primera que empezó a trabajar a los doce años de botones en un establecimiento hotelero y con los años ha llegado a ser el subdirector en aquel mismo establecimiento, serían ejemplos que nadie refutaría el que fueran nombrados asesores de tal o cual cargo político.

Otra cosa muy distinta es que cuando hablamos de déficit, cuando hablamos de que el dinero ha desaparecido o no ha llegado y se ha malgastado, se gaste aún más dinero sin que el doctorado ni el experto acreditado, ni tan siquiera el vecino del cuarto primero, existan.

Aquel mismo miércoles, una menorquina, premio nacional a la excelencia en el rendimiento académico universitario, manifiesta que aún no ha encontrado una salida laboral acorde para lo que se ha preparado durante tantos años. Y yo me pregunto, ¿para qué formarse uno, si lo más fácil hoy en día es afiliarse a un partido político?.

Pero el problema sigue siendo el mismo: la libertad que se goza en el poder para hacer y deshacer. Y cuanto mayor es la libertad, mayor tiene que ser la responsabilidad. Y volviendo a la mujer del César, mayor debe ser la limpieza y transparencia en las decisiones, en los nombramientos.

¿Por qué no crear un cuerpo nacional de asesores (CNA) al más puro estilo de los interventores, secretarios y tesoreros? De crearse este cuerpo nacional, al menos a quienes accedieran al mismo, nadie podría cuestionar su valía. Al menos, aquel nombramiento tendría la presunción de honradez.

Y además, los pertenecientes al CNA, por las características propias de su labor, no tendrían ni potestad fiscalizadora ni opiniones vinculantes para sus patrocinadores.
Y para Marga, pues que tenga esperanza., tal vez un asesor de estos podría asesorar en erradicar en número la cantidad de parlamentarios, consellers y de asesores mismos. Un lumbrera, vamos.


PUBLICADO EL 30 SETIEMBRE 2011, EN EL DIARIO MENORCA.