LO INJUSTO DE LA JUSTICIA.


O al revés, lo justo  de la injusticia.  Uno ya no sabe realmente quién tiene o no razón, si es que alguien la tiene, claro.  O si incluso solamente tiene  parte de ella.  Y en este asunto no cabe la siempre actual excusa de la crisis, a no ser que se culpe de ella a los recortes en los sueldos de sus señorías y por ende, de la lentitud en poder enjuiciar los casos, o como no, el aumento de los casos judiciales y el consiguiente colapso en los tribunales.

Que la justicia no siempre es justa, ya son muchos que lo dicen.  Muchos que lo dicen, pero pocos –ninguno mejor dicho-  que muevan mano y dedo para reconducirla.  También sería necesario diferenciar lo que es justo y lo que no, y lo que entiende la gente de a pie sobre lo injusto y lo justo.  Y aquí está el quid de la cuestión.

Los jueces dirán que lo justo es lo que emana de las sentencias y fallos judiciales, aunque para ello dejemos dicha decisión en la interpretación de una sola persona.  O de tres.  O de varias si tenemos que apelar a los jefes jerárquicos.  Y es que la verdad jurídica siempre tiene interpretación revisable.

Los políticos en cambio dirán que lo  justo es lo que ellos apoyan y deciden.  Al menos, su interpretación viene aumentada en número y validada por muchos más votos que cualquier tribunal y son representación de este poder que reside en la soberanía del pueblo español.  Al mismo tiempo, ellos hacen las leyes que otros interpretan.  Por tanto, ¿quién  mejor que ellos  para decidir lo que está bien y lo que está mal?
La experiencia nos viene enseñando que las leyes van siempre por detrás de la sociedad.  Y las leyes penales no son ajenas a ello.  Primero la sociedad inventa el delito y después las instituciones de control ponen el castigo. Pero entre que uno lo comete y el siguiente lo tipifica, pasan años, demasiados años.  Y si estos “futuros” delitos son cometidos por los mismos políticos, ya no digamos.

Y el pueblo llano, también opina.  Para el pueblo, toda acción que le perjudique es una acción injusta.  Y el pueblo, al final suele tener razón.  Sino en los tribunales, al menos en las urnas. 

Y cuando el pueblo está dividido, la opinión también.  Y lo justo ya sólo es mitad justo.  Y lo injusto, mitad injusto.  ¿Castigamos al reo a mitad de pena o sólo castigamos a mitad del reo a la pena?

Llegados a esta tesitura, y entendiendo que no cortaremos al culpable en dos mitades, el legislador propone algunas medidas para atenuar las condenas.  La más conocida, la  más  usada últimamente, es la de dictar sentencias de conformidad.  O sea, el representante del Gobierno negocia con el presunto infractor la pena a imponerle.   Si se llega a acuerdo el juez la impone.  Si no, el juez juzga.  ¿Es esto justo?. 

Pues sí.  Sencillamente porque la ley  así lo dice.  Y el pueblo muchas veces no lo entiende. ¿Cómo es posible que a un traficante de drogas al que en un primer momento el mismo fiscal solicite una condena de nueve años, tras las negociaciones se quede en tres y no entre en prisión?  ¿Dónde han quedado los seis años restantes?

Y no importa recurrir a los narcotraficantes enjuiciados.  Los casos de corrupción política están al orden del día.  Izquierda Unida protesta por el trato que se le da en las esferas judiciales a un partido nacionalista catalán  que  en su día presuntamente desvió capital público  hacia sus cuentas.  A su vez, un dirigente de las juventudes de otro partido político sale de la cárcel gracias a estas prebendas que algún día, alguien escribió y aprobó en sede parlamentaria, o al menos, con autorización de ellas.  Meses antes, unos miembros de cuerpos autonómicos condenados presuntamente por torturas, son indultados por el Gobierno.  Y nadie cambia nada.

Y mientras, el pueblo sigue sin entender como a pesar de llevar una vida re-insertada ya en la sociedad, un padre de familia es ingresado en la cárcel por una, dos o más fechorías realizadas muchos años atrás. ¿Dónde está la celeridad en la administración de  justicia?  ¿Es justa la justicia cuando es lenta? ¿Falla el proceso, el interpretador, el sistema,  la sociedad? 

Y lo curioso –lo irónico-  del caso es que las sentencias finalicen  siempre en fallos.

PUBLICADO EL 18 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.