Consuelo de tontos.
Ya lo dice el refrán. Y en esta que
empezamos el año, y bronca al canto. No
bronca, sino enfado y subida de la tensión arterial. Y el instigador, el de
siempre. Ni Pepito ni Juanito ni Gonzalito,
nada. La banca. O la caja, que uno ya no
sabe si es lo uno o lo otro.
Federico
-el don ya pasó a mejor vida- no tuvo reparos en seguir el juego del más
tozudo. Si él, ciudadano de a pié y sin ahorros, o el poder bancario. Hizo sus
primeras gestiones mediante la llamada banca-online. Rápida, pero
ineficaz. A los pocos minutos y aún
siendo festivo, le respondieron que debía acudir a la oficina sucursal, y que
allí le devolverían el dinero.
A la mañana siguiente, a eso que va. Eso sí, con la toma de las debidas medidas
de seguridad, en su caso, el Diován
160mg como mínimo. Y como arma, la
siempre presente modestia, educación e ignorancia. Y es que a uno le empieza a gustar eso de
jugar a ser idiota. Notas como la otra parte contratante empieza a tomar
posiciones prepotentes y altaneras, y a su vez, no cuida sus defensas.
Y a eso que va, y
pregunta por un cargo fantasma de cuarenta y cinco céntimos que ha descubierto
en el extracto mensual de la tarjeta de crédito. Para Federico, aquel concepto de “otros
cargos” le representa setenta y cuatro
pesetas y ochenta y siete céntimos.
¡Casi nada!.
El mosqueo –y la
subida de la tensión arterial- empieza
cuando el vuelva usted –ya no mañana, sino la semana que viene- es la primera
respuesta que adquiere de su otra parte.
La contratante, vamos. El motivo,
no sabe no contesta. Eso sí, Federico no
estaba solo. La entidad ya tenía
conocimiento que se había efectuado el mismo cargo a otros clientes, pero aún
desconocían las razones del mismo.
Ni una llamada ni un
“ya le avisaremos”, no. Vuelva la semana
que viene. Aunque eso sí, le informaron
de que difícilmente se le devolvería el dinero.
La banca-online no le dejaba reclamar hasta pasados veinte días de la
falta de información o tras la negación de lo solicitado. Aún no le habían dado con la puerta en las
narices, pero casi. El tiempo corría ya
a su favor.
Fiel a su cita, al
cabo de una semana vuelve al punto de
encuentro. Respuesta la misma. No saben y no contestan. Las gestiones realizadas aún no han recibido
contestación y suponen que no podrán devolver el importe. La voz de Federico se torna imperativa,
aunque sigue siendo suave y relajada.
.-Si no me
corresponde el cargo, deberán devolvérmelo, ¿no?.
.-No sabemos cómo
devolverlo, ni el porqué del cargo, responde la parte contratante. Puede que sea el cargo del correo.
.-Imposible
–continúa Federico, seguro de si mismo-. Hago los trámites por Internet.
.-Tal vez es una
comisión por la tarjeta.
.-Imposible, el
contrato indica que superado un mínimo de gasto, no se cobra la comisión. Y este no es el caso.
En este punto, la
parte contratante recurre a la intervención de la directora de la oficina, tras
lo cual, y tras ratificar el aún desconocimiento y origen del cargo, modera el
resultado final, con un ya estudiado
“aún desconocemos cómo devolverlo”.
Aquella frase final,
relaja los músculos de Federico y la tensión arterial que iba en aumento. El as, que Federico portaba en la manga,
también se relaja y queda pendiente del próximo devenir.
.- ¿Y?., interroga
sutilmente un Federico, puesto ya en
arrogancia.
.- Pues que aún no
sabemos nada.
.-¿Y tengo que
volver para que me lo expliquen, o me llamaránnnnnn?,
La parte contratante
entendió la indirecta directa o lo que es lo mismo, el retintín de la
interrogación, y rápidamente corrigió el desaguisado, prometiéndole llamar
justo tuvieran noticias del embrollo.
Federico
oficialmente quedó satisfecho, aunque en sus adentros, sabe que esta llamada no
se producirá. Ahora, sólo le queda esperar
el resto de los veinte días sin contestación, y utilizar el mecanismo de la
reclamación oficial, y como no, el as que portaba en la manga.
¡Cuantos otros
cuarenta y cinco céntimos no habrán tenido Quijote alguno que velen por
ellos!.
PUBLICADO EL 15 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.