El domingo el ordenador me asustó. Estaba acostumbrado a que cuando el Gobierno decidía restarme una hora al tiempo que me queda de vida, el ordenador, antes de aliarse con el Gobierno, solía tener la deferencia de preguntármelo. Esta vez, no ha sido así. Por su cuenta y riesgo, aunque eso sí, amparado por la legitimidad del estado de derecho, y sin aviso previo alguno, él ya había hechos los deberes y había cambiado la hora.
Y esta vez no me había quitado ninguna hora de vida, sino todo lo contrario. Me había devuelto aquella que ya me había quitado a las puertas de la primavera. Sin intereses ni ocho cuartos, también hay que decirlo. Y con la amenaza, de que la disfrutara ahora, porque dentro de unos meses, volvería para quitármela de nuevo. Y esto te asusta, sencillamente porque es un anticipo a lo que, de una u otra forma nos espera. Un control mediante aparatos, diseñados para ayudarnos, pero que a la larga, demuestran que más que ayudarnos, se utilizan para controlarnos.
Pero tampoco hay que asustarnos en demasía, lo que tenga que ocurrir, ocurrirá, y ni un servidor, ni cientos de servidores podrá evitarlo. Es como lo de la crisis, que por mucho que hablemos, seguirá su curso hasta que alguien se de cuenta de que la crisis es real, que todo el entramado virtual que la ha desatado, se ha vuelto, por una vez, real. No ha sido necesario colocarnos unas gafas ni colocarnos ante el monitor, no. Sencillamente, de unas maniobras virtuales, de unos despilfarros que tanto los especuladores como los bancos, y la sociedad en sí, ha ido hinchado a medida que avanzaban las horas, ha resultado un “algo” del que nadie sabe o quiere meterle el freno. De momento….. nos quedamos sin jubilación.
Y el tema de hoy no era de la crisis ni de la jubilación, no. Era de esta dichosa hora que nos quitan y nos ponen. De la hora, y de su engaño. Sí, engaño. Uno ya ha tragado suficientes años con el cuento de que gracias a ella, se ahorra. Y puede que se ahorrara hasta el pasado fin de semana, pero lo que es ahora, nada de nada. ¿Cómo ahorrar energía si a las seis de la tarde ya es de noche? ¿Acaso a las seis de la tarde, ya estamos en cama durmiendo?
¿Acaso se creen que por la mañana, las fábricas y demás centros de producción tendrán las luces apagadas? Quien mantenga estas suposiciones, demuestra claramente que nunca en su vida ha entrado en una fábrica, taller o empresa. Quien mantenga las suposiciones de que se ahorra, falta a la verdad. ¿Por qué tanto interés en cambiar la hora? ¿Acaso es por imperativo europeo? ¿O simplemente por desconocimiento de nuestros mandatarios?
No hay que desesperarse. Hay solución. Plantearlo ante las Cortes, es una, la más difícil… la otra, la difícil, es mentalizarnos, ponernos de acuerdo todos los ciudadanos, y crear nuestro propio horario. ¿Se imaginan que las escuelas, los negocios, las oficinas, las empresas, se rigieran por un “tiempo” made in Menorca?.
Sólo faltaría ponerle el sello de denominación de origen. Incluso sería reclamo turístico. Podríamos vender relojes con la hora menorquina, podríamos programar excursiones a un “hipotético” reloj que fuera el reloj patrón, y allí, junto a un obelisco con los distintos usos horarios, fotografía, restaurante y bailes folklóricos. La crisis y el tiempo se habrían parado. Exportar la tranquilidad menorquina, esta vez iría acompañado con el tiempo haciendo cola en la oficina de empleo, de desempleo, como bien viene a titularse últimamente.
Y esta vez no me había quitado ninguna hora de vida, sino todo lo contrario. Me había devuelto aquella que ya me había quitado a las puertas de la primavera. Sin intereses ni ocho cuartos, también hay que decirlo. Y con la amenaza, de que la disfrutara ahora, porque dentro de unos meses, volvería para quitármela de nuevo. Y esto te asusta, sencillamente porque es un anticipo a lo que, de una u otra forma nos espera. Un control mediante aparatos, diseñados para ayudarnos, pero que a la larga, demuestran que más que ayudarnos, se utilizan para controlarnos.
Pero tampoco hay que asustarnos en demasía, lo que tenga que ocurrir, ocurrirá, y ni un servidor, ni cientos de servidores podrá evitarlo. Es como lo de la crisis, que por mucho que hablemos, seguirá su curso hasta que alguien se de cuenta de que la crisis es real, que todo el entramado virtual que la ha desatado, se ha vuelto, por una vez, real. No ha sido necesario colocarnos unas gafas ni colocarnos ante el monitor, no. Sencillamente, de unas maniobras virtuales, de unos despilfarros que tanto los especuladores como los bancos, y la sociedad en sí, ha ido hinchado a medida que avanzaban las horas, ha resultado un “algo” del que nadie sabe o quiere meterle el freno. De momento….. nos quedamos sin jubilación.
Y el tema de hoy no era de la crisis ni de la jubilación, no. Era de esta dichosa hora que nos quitan y nos ponen. De la hora, y de su engaño. Sí, engaño. Uno ya ha tragado suficientes años con el cuento de que gracias a ella, se ahorra. Y puede que se ahorrara hasta el pasado fin de semana, pero lo que es ahora, nada de nada. ¿Cómo ahorrar energía si a las seis de la tarde ya es de noche? ¿Acaso a las seis de la tarde, ya estamos en cama durmiendo?
¿Acaso se creen que por la mañana, las fábricas y demás centros de producción tendrán las luces apagadas? Quien mantenga estas suposiciones, demuestra claramente que nunca en su vida ha entrado en una fábrica, taller o empresa. Quien mantenga las suposiciones de que se ahorra, falta a la verdad. ¿Por qué tanto interés en cambiar la hora? ¿Acaso es por imperativo europeo? ¿O simplemente por desconocimiento de nuestros mandatarios?
No hay que desesperarse. Hay solución. Plantearlo ante las Cortes, es una, la más difícil… la otra, la difícil, es mentalizarnos, ponernos de acuerdo todos los ciudadanos, y crear nuestro propio horario. ¿Se imaginan que las escuelas, los negocios, las oficinas, las empresas, se rigieran por un “tiempo” made in Menorca?.
Sólo faltaría ponerle el sello de denominación de origen. Incluso sería reclamo turístico. Podríamos vender relojes con la hora menorquina, podríamos programar excursiones a un “hipotético” reloj que fuera el reloj patrón, y allí, junto a un obelisco con los distintos usos horarios, fotografía, restaurante y bailes folklóricos. La crisis y el tiempo se habrían parado. Exportar la tranquilidad menorquina, esta vez iría acompañado con el tiempo haciendo cola en la oficina de empleo, de desempleo, como bien viene a titularse últimamente.
PUBLICADO EL 29 OCTUBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.