Y no son duques, marqueses ni nada que se les parezca, pero según Rodríguez, Zapatero para más señas, son quienes van a salvarnos de la crisis. Sí, pero salvarlo a él, porque lo que es a nosotros, peor que peor.
Treinta y siete grandes empresarios o empresas, treinta y siete grandes fortunas, y entre ellos, los siempre presuntos cooperantes –al menos, en parte- en la responsabilidad de la crisis: las entidades bancarias. Y Zapatero los ha reunido para pedirles que le apoyen. Para que salgan en la foto y sobretodo, que salgan con la cara bonita para dar confianza, ya no a los españoles, sino a los mercados. Y es que la crisis tiene varias caras, y entre ellas, la real –la del bolsillo vacío- y la ficticia –la de los mercados-.
Y la real, no le importa a Zapatero. No todos tienen los bolsillos vacíos. La ficticia, la virtual -como dirán las nuevas generaciones-, esa sí que importa. De ella depende el rescate interesado de Europa, de ella depende la poca credibilidad que aún queda por perder, de ella depende el espaldarazo para acabar de ahogar al proletariado.
Ahogar el proletariado, porque éste fue el único mensaje que sólo se dejó entrever al término de la reunión de los treinta y tantos grandes de España. El Gobierno, en boca de su presidente, promete a los empresarios acelerar las reformas. ¿Qué reformas se preguntarán?. Sin duda, las que favorezcan al empresariado: abaratamiento del despido con la reforma laboral, la reforma de las pensiones con menor participación contributiva de la empresa, la reforma de la Seguridad Social con el copago, menores prestaciones y una mayor participación del usuario en los gastos farmacéuticos. Estas y pocas más, como la eliminación de la ley de dependencia.
Nadie habla de reducción del gasto de la administración, de sus cargos públicos ni de sus emolumentos. Nadie habla de una reestructuración del Estado con una implícita reducción del número de ayuntamientos, ni del número de consejeros, diputados autonómicos, y senadores. Nadie habla de los gastos presupuestarios del ministerio de Defensa por mantener a miles y miles de hombres fuera de sus casas. Nadie habla de eliminar costes o pagos a la cooperación exterior, llámesele vía Bolivia, Venezuela, Cuba, Marruecos y demás.
Nadie habla de lo que cuesta una jornada electoral ni toda la precampaña, con viajes, hoteles, aviones y autobuses incluidos. O es que tal vez, estas precampañas electorales crean empleo. Y si no inmediato, en un futuro próximo. Y son muchos que apuestas en esta lotería que se llaman elecciones. Y treinta y cinco grandes de España, fueron a precampañear con el presidente Rodríguez. ¿Qué hacía una compañía telefónica sentada entre ellos? ¿Qué hacía sentada con los salvadores de la patria, una empresa que para su mayor rentabilidad crea una plataforma exterior con sus teleoperadores trabajando desde Latinoamérica a unos precios más competitivos que los españoles? ¿Quiénes son los que provocan que las colas del paro crezcan día a día?.
Y las entidades bancarias, todas juntas en unión. Se presentan esperanzadas. Manifiestan estar saneadas o al menos no tener déficit al finalizar el periodo. Y si no tienen déficit, tienen beneficios. ¿Saneadas? ¿Qué se entiende por saneadas? ¿Cuándo ha tenido déficit una entidad bancaria?
El próximo siete de diciembre, entre puentes y acueductos, se ha convocado en Europa una jornada para que todo el mundo retire sus reservas bancarias. Y aunque la probabilidad de que dicha convocatoria sea secundada mayoritariamente por parte de los europeos es mínima, es además imposible. Imposible porque todos los fondos que se han transferido a las entidades bancarias, no existen en papel físico. Es un algo ficticio, virtual –como dirían las nuevas generaciones- . Y de intentarse, los Gobiernos respectivos lo prohibirían.
Lo prohibirían a golpe de decreto, y de las armas si cabe. Y es que el dinero, los bancos, siguen siendo el poder de una nación. Nuestro dinero no vale nada. Nuestra voz, tampoco. Pero quien maneja nuestro dinero, quien maneja nuestra voz, tiene nuestro poder.
Por delegación, por votación o por transferencia. ¡Que más da!. Si somos capaces de votar a otras candidaturas, ¿por qué no hacer lo propio con las entidades bancarias? ¿Por qué no traspasar los fondos a otras entidades que nos ofrezcan mejores beneficios, o al menos, menores recargos?.
Tal vez así, de los treinta y siete grandes de España, con quince habría de sobra. Al final, todo es virtual.
Treinta y siete grandes empresarios o empresas, treinta y siete grandes fortunas, y entre ellos, los siempre presuntos cooperantes –al menos, en parte- en la responsabilidad de la crisis: las entidades bancarias. Y Zapatero los ha reunido para pedirles que le apoyen. Para que salgan en la foto y sobretodo, que salgan con la cara bonita para dar confianza, ya no a los españoles, sino a los mercados. Y es que la crisis tiene varias caras, y entre ellas, la real –la del bolsillo vacío- y la ficticia –la de los mercados-.
Y la real, no le importa a Zapatero. No todos tienen los bolsillos vacíos. La ficticia, la virtual -como dirán las nuevas generaciones-, esa sí que importa. De ella depende el rescate interesado de Europa, de ella depende la poca credibilidad que aún queda por perder, de ella depende el espaldarazo para acabar de ahogar al proletariado.
Ahogar el proletariado, porque éste fue el único mensaje que sólo se dejó entrever al término de la reunión de los treinta y tantos grandes de España. El Gobierno, en boca de su presidente, promete a los empresarios acelerar las reformas. ¿Qué reformas se preguntarán?. Sin duda, las que favorezcan al empresariado: abaratamiento del despido con la reforma laboral, la reforma de las pensiones con menor participación contributiva de la empresa, la reforma de la Seguridad Social con el copago, menores prestaciones y una mayor participación del usuario en los gastos farmacéuticos. Estas y pocas más, como la eliminación de la ley de dependencia.
Nadie habla de reducción del gasto de la administración, de sus cargos públicos ni de sus emolumentos. Nadie habla de una reestructuración del Estado con una implícita reducción del número de ayuntamientos, ni del número de consejeros, diputados autonómicos, y senadores. Nadie habla de los gastos presupuestarios del ministerio de Defensa por mantener a miles y miles de hombres fuera de sus casas. Nadie habla de eliminar costes o pagos a la cooperación exterior, llámesele vía Bolivia, Venezuela, Cuba, Marruecos y demás.
Nadie habla de lo que cuesta una jornada electoral ni toda la precampaña, con viajes, hoteles, aviones y autobuses incluidos. O es que tal vez, estas precampañas electorales crean empleo. Y si no inmediato, en un futuro próximo. Y son muchos que apuestas en esta lotería que se llaman elecciones. Y treinta y cinco grandes de España, fueron a precampañear con el presidente Rodríguez. ¿Qué hacía una compañía telefónica sentada entre ellos? ¿Qué hacía sentada con los salvadores de la patria, una empresa que para su mayor rentabilidad crea una plataforma exterior con sus teleoperadores trabajando desde Latinoamérica a unos precios más competitivos que los españoles? ¿Quiénes son los que provocan que las colas del paro crezcan día a día?.
Y las entidades bancarias, todas juntas en unión. Se presentan esperanzadas. Manifiestan estar saneadas o al menos no tener déficit al finalizar el periodo. Y si no tienen déficit, tienen beneficios. ¿Saneadas? ¿Qué se entiende por saneadas? ¿Cuándo ha tenido déficit una entidad bancaria?
El próximo siete de diciembre, entre puentes y acueductos, se ha convocado en Europa una jornada para que todo el mundo retire sus reservas bancarias. Y aunque la probabilidad de que dicha convocatoria sea secundada mayoritariamente por parte de los europeos es mínima, es además imposible. Imposible porque todos los fondos que se han transferido a las entidades bancarias, no existen en papel físico. Es un algo ficticio, virtual –como dirían las nuevas generaciones- . Y de intentarse, los Gobiernos respectivos lo prohibirían.
Lo prohibirían a golpe de decreto, y de las armas si cabe. Y es que el dinero, los bancos, siguen siendo el poder de una nación. Nuestro dinero no vale nada. Nuestra voz, tampoco. Pero quien maneja nuestro dinero, quien maneja nuestra voz, tiene nuestro poder.
Por delegación, por votación o por transferencia. ¡Que más da!. Si somos capaces de votar a otras candidaturas, ¿por qué no hacer lo propio con las entidades bancarias? ¿Por qué no traspasar los fondos a otras entidades que nos ofrezcan mejores beneficios, o al menos, menores recargos?.
Tal vez así, de los treinta y siete grandes de España, con quince habría de sobra. Al final, todo es virtual.
PUBLICADO EL 30 NOVIEMBRE 2010, EN EL DIARIO MENORCA.